La democracia cuántica

23/12/2015 - 23:00 Jesús Fernández

Ya están aquí los resultados de unas elecciones generales. Las verdades del pueblo. En un proceso de interlocución, lo importante no es escuchar lo que se dice sino la verdad de lo que se piensa. Muchas veces no es cuestión de entender la expresión sino de interpretar el sentido y la finalidad. Ahora dedicaremos un tiempo a reflexionar e interpretar el sentido de la voluntad general de la población. Hay que transformar las decisiones en números o porcentajes y cuantificar o medir las magnitudes para establecer mayorías y comparaciones. Es el lenguaje de los números. Es la tarea más difícil en cualquier sociología, incluida la electoral: cuantificar la conciencia, reducir a cifras los sentimientos, vislumbrar el alcance de los deseos y las opiniones. Las ciencias son instrumentos de la antropología.
Algunos han abusado del término de históricas para calificar a unas elecciones completamente previstas y normales. Todo lo que sucede en el tiempo es histórico pero no por ello se reviste de grandeza o importancia especial. Si estas elecciones han sido históricas es porque otras precedentes también lo han sido. La conciencia de un pueblo o de una generación siempre tiende a ser histórica por su trascendencia o significación para ella. La percepción de continuidad no anula la necesidad del cambio. No se ha generado una nueva centralidad o paradigmma.
Analicemos los comportamientos colectivos buscando denominadores comunes y claves significativas. Dentro del convencimiento básico de libertad y pluralidad, se han mantenido los principios de continuidad, estabilidad y seguridad, sin grandes giros revolucionarios. No se ha producido ninguna revolución científica en los paradigmas sociales que diría Thomas Kuhn. Hay un consenso fundamental en la comunidad política. Estamos en el día de la espuma. Volvamos al estado de la realidad. ¿Dónde está la nueva época? ¿Por dónde asoma la nueva o segunda transición? ¿Dónde está la revolución democrática? Algunos pueden confundir ideas con ideales y éstos con ilusiones. No hay partidos moderados si no hay una sociedad moderada. Tampoco ha prosperado el planteamienrto de la lucha de clases a la que muchos incitaban. Sólo ha triunfado una clase de lucha por la libertad y la igualdad.
Los ciudadanos han respetado el principio de unidad intensificando la responsabilidad y pertenencia común. Las diferencias, a las que algunos llaman nacionalismos, crecen como cizaña a la sombra del trigo. Por ahora no han tenido fuerza o vigencia en estas decisiones. Ha triunfado la sensatez y la moderación y nadie puede apropiarse de conclusiones o resultados que no sean suyos o que vayan más allá de sus propuestas. La deducción no puede ser mayor que la inducción. La legitimad y la representación tienen un horizonte definido y determinado que nadie puede traspasar o apropiarse. Comienza la hora del negocio (negociación) de los votos y el poder. Al pueblo sólo le quieren para bombear poder a las estructuras de los partidos.