La esperanza de la inmigración
01/10/2010 - 09:45
Editorial
Ayer mismo se conocía que Francia se convertirá en la primera potencia demográfica gracias a las políticas de fomento de la natalidad desarrolladas por el Gobierno galo. España, como el resto de Europa, está en claro retroceso en este sentido. Sólo la inmigración puede salvar unas cifras de natalidad en claro retroceso.
En la provincia, las dos velocidades de desarrollo están dejando despoblada la zona más rural durante la última década, mientras que algunos pueblos del Corredor lideran las cifras de crecimiento de todo el país. Casos como el de Tartanedo, un pueblo con alrededor de 150 vecinos empadronados que ha sabido hacer un hueco en su apacible vida del Señorío a cuantos han llegado de fuera, demuestran la relevancia adquirida por la población inmigrante. Allí la multiculturalidad se ha entendido como un privilegio enriquecedor para los extranjeros y para los habitantes de la zona. El cruce de culturas ha fomentado un crisol que bien podría servir de ejemplo de convivencia para muchas localidades de mayor tamaño en las que las diferentes procedencias no siempre son garantía de éxito. En Tartanedo ha sido vital el apoyo prestado desde Fepamuc, una asociación volcada en promover el intercambio de conocimientos y hábitos de vida entre personas con distintos países de residencia. Tal vez el fomento del hábito del viaje es lo que ayuda a librarse de prejuicios que, en la cotidianidad, impiden ver lo que nos puede aportar el que tenemos enfrente, aunque sea muy diferente a nosotros. Como Tartanedo, son muchos los pueblos de la geografía provincial que han hecho un auténtico ejercicio de generosidad para entender, atender e integrar a los que llegaron de fuera. En muchas ocasiones han sido ellos los que han permitido que el colegio no cerrara o que el último rebaño de la localidad no se quedara sin pastor. Los ejemplos de beneficio mutuo son numerosos, por ello merece la pena intentar que se multipliquen.