La espuerta autonómica

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

El comentario
Antonio Pérez Henares / Periodista
Creo entender, que no lo entiendo muy bien como creo que apenas nadie, que el Gobierno alardea de un gran logro el haber cerrado la financiación con la comunidades autónomas. Que parece, eso sí que parece, que era darle todo lo que pedía, hasta ayer que mañana será otra y más, a Cataluña y luego zurcir con el resto. En resumidas cuentas, un total de 11.000 millones más. Que de algún sitio tendrán que salir.
Ese dinero del Estado, o sea de todos, llega a las autonomías apara que estas paguen los servicios que tienen transferidos. Es lógico. Hasta ahí. Parece ya mucho menos que en función de territorio o de la capacidad de presión o de chantaje es como se reparten y existe la más que sospecha que unas acaban siendo privilegiadas. A tanto llega la sospecha que se establece algo tan inaudito como que los más ricos son los que más recibe, lo cual ya saben que es el principio esencial del socialismo, la igualdad y la solidaridad . Pero como esto lo hace el PSOE y sus “hermanos” del PSC pues como tal se admite a pie juntillas.

España está cada vez más enredada con su sistema autonómico. Eso si que es un hecho evidente. Como lo es, y así se refleja crecientemente en los sondeos de opinión, que los ciudadanos están cada vez más descontentos. Ven, por mucho que les quieran tapar lo ojos, que lo que cada día se ahonda no es la vertebración de la nación sino su desvertebración. En suma, que lejos de resolver problemas los ha disparado y hasta disparatado. La conversión de sus entramados de poder en verdaderos reinos de taifas, con boato y clientelismo como norma muy extendida de conducta añade cotas de auténtico enfado con lo que crecientemente se percibe como despilfarro.

No tengo en este asunto apenas ninguna esperanza. No creo que ninguno de los dos grandes partidos (y por supuesto en absoluto los nacionalistas o regionalistas de diversos pelajes y separatismos) y mucho menos juntos, que sería la única solución, tengan la más mínima voluntad política de afrontar una verdadera reflexión y una contundente acción para afrontar la cuestión. Para redefinirla y, si fuera preciso, que en temas como la educación o la sanidad bien pudiera serlo, hasta para desandarlo cuando bien a las claras se ha demostrado que la trocha seguida esta conduciendo al desfiladero.

Pero tengámoslo claro: nadie se atreverá a hacerlo. Porque, como partidos, como entramados de poder, no les interesa en absoluto a hacerlo por mucho que el interés general sea, cada vez más, otro muy diferente.