La huelga irónica de los sindicatos
Cuando las cosas van mal, toca distraerse más que nunca, pero eso no es tan fácil. Aunque durante estos días se cambian las preocupaciones por los disfraces, los sindicatos no han querido dejar pasar la oportunidad de mostrar su repulsa a la recién aprobada reforma laboral. Para muchos, puede ser una muestra de ironía involuntaria. Desde luego, de lo que no hay duda es de que haber elegido el domingo de carnaval, para organizar manifestaciones de protesta, es una fecha rara si se trata de medir la respuesta a las duras medidas gubernamentales. El motivo de la protesta, según los sindicatos, es mostrar la disconformidad de los trabajadores con una reforma que, apuntan, no generará empleo, facilita el despido, y supone una legislación que da más poder al empresario. Sin embargo, no será todo tan fácil cuando la patronal tampoco parece satisfecha por considerarla insuficiente. Lo cierto es que la reforma apuesta por flexibilizar el despido, pero también da más prioridad a los convenios de empresa sobre los acuerdos sectoriales; establece el límite para los encadenamientos de contratos temporales en 24 meses; crea un nuevo contrato indefinido para pymes de hasta 50 trabajadores que tendrá una deducción fiscal de 3.000 euros por la contratación de menores de 30 años o establece un fondo de formación, entre otros aspectos. Todo con el objetivo de conseguir la dinamización de una economía que con el paro a un nivel histórico, con casi 5,3 millones de desempleados, el 22,85% de la población activa, presenta pocos síntomas de recuperación. Pero habrá que esperar para percibir la eficacia de las medidas aunque el propio Gobierno sabe lo mucho que se juega con esta reforma estructural. Mientras los sindicatos, también son conscientes de que se juegan la credibilidad que les queda después de años agazapados a la sombra de las ayudas gubernamentales. La situación es crítica, y con convocatorias como la de ayer, en la que la respuesta, como era previsible, fue tímida, no vienen más que a confirmar el hastío generalizado de una población que lo único que quiere es ejercer su derecho a trabajar.