La paz es posible
02/01/2015 - 23:00
Acabamos de despedir el año 2014. En el transcurso del mismo hemos vivido muchas experiencias positivas y esperanzadoras para el futuro de la humanidad y para el progreso de los pueblos. Pero, también hemos contemplado con horror imágenes de violencia inusitada, de catástrofes naturales, de guerras interminables, de muertes de seres inocentes y de desprecio inconcebible a la dignidad de la persona. La contemplación de esta realidad tal vez nos haya impulsado durante los últimos días del año a desear a nuestros seres queridos y a nuestros amigos un año 2015 lleno de paz, de amor, de justicia y de felicidad. Seguramente, con estos mismos sentimientos, también hemos pedido al Niño Dios una situación nueva para nuestro mundo, especialmente para aquellos hermanos que, cerca o lejos de nosotros, sufren en sus carnes los zarpazos de la violencia y las manifestaciones de odio. La celebración de la fiesta de Santa María, Madre de Dios, el primer día del año, tiene que ayudarnos a mantener viva la esperanza de que se cumplan estos buenos propósitos para nosotros y para la humanidad. Los cristianos no podemos cerrar los ojos ante los graves y sangrientos conflictos existentes en el mundo pero, en medio de esta realidad, somos invitados a poner nuestra mirada y nuestro corazón en el Hijo de María, el Príncipe de la paz.
Él es nuestra paz. Cada día nos deja y regala su paz. Nuestra misión en medio del mundo, como enviados de Dios, consiste en colaborar con Él al establecimiento de la paz y de la fraternidad entre los hombres. Los cristianos y todos los hombres de buena voluntad hemos de comprometernos a dar ejemplo de reconciliación y de paz para construir así una sociedad más justa y pacífica. Jesús mismo proclama dichosos y considera verdaderos hijos de Dios a quienes buscan la paz: Bienaventurados los que buscan la paz porque ellos serán llamados hijos de Dios. Ahora bien, para poder llevar la paz al mundo, para regalarla a nuestros semejantes, no bastan los buenos deseos. Es preciso que antes estemos dispuestos a pedirla confiadamente al Señor y a vivirla en lo más profundo del corazón.
Cuando suceda esto, estaremos en condiciones de poder ofrecerla cada día en la convivencia familiar, en las relaciones laborales y en los comportamientos sociales. Si, con la ayuda de la gracia divina, ofrecemos cada día la paz a los más próximos a nosotros, estaremos poniendo los cimientos para la renovación de la sociedad y para la construcción de un mundo más justo, en el que la violencia y el odio no tengan cabida. La paz se busca y se consigue cada día, con la instauración en el mundo de un orden querido por Dios. Esto lleva consigo el impulso de una justicia y solidaridad más perfectas entre los hombres. Al celebrar una año más la Jornada Mundial de la Paz, no olvidemos nunca lo que nos decía en su día el papa Benedicto XVI: Donde las palabras humanas son impotentes, porque prevalece el trágico estrépito de la violencia y de las armas, la fuerza profética de la Palabra de Dios actúa y nos repite que la paz es posible y que debemos ser instrumentos de reconciliación y de paz (VD 102). En comunión de oraciones por la paz en el mundo, feliz Año nuevo para todos.