La rehabilitación energética


Con las bajadas de temperaturas próximas, algunos ya se ponen a temblar, y no precisamente del frío que viene siendo habitual en nuestra provincia, sino por el coste que se le avecina en las próximas facturas de los servicios de luz o gas. 

Conseguir un adecuado grado de confort en nuestros hogares o en cualquier edificio es a veces una tarea ardua y costosa, pero es bien cierto que gracias a los avances en las calidades de los materiales de construcción y de la incorporación de nuevas tecnologías en instalaciones, principalmente de fuentes renovables en los sistemas de climatización, esta labor es cada vez más fácil, sobre todo desde el punto de vista de que el mercado nos ofrece un amplio abanico de posibilidades para ello. 

En los edificios de nueva construcción, el Código Técnico de la Edificación (CTE) ya establece los requisitos mínimos para conseguir ese grado de confort y eficiencia energética, que comparado con los edificios de hace 25 años o más, dista años luz entre unos edificios y otros. Pero, ¿qué ocurre con los edificios de antigua construcción? Pues para intentar conseguir un alto grado de confort y eficiencia tendríamos que aplicar medidas que mejoren esa condición, que es lo que se conoce como la Rehabilitación Energética en los edificios. 

Rehabilitar un edificio consiste en mejorar, reparar o actualizar el mismo para solventar alguna carencia de conservación y/o funcionalidad, accesibilidad y eficiencia energética. 

Teniendo esto en consideración, la rehabilitación energética abarca actuaciones u obras que se realizan en un edificio para que este consuma menos energía y a su vez, que la energía que consuma sea menos contaminante, utilizando fuentes de energía renovables o limpias. Principalmente se actúa mediante la aplicación de medidas activas y pasivas. 

Medidas pasivas
Las medidas pasivas son las que atañen a la propia construcción de edificio y se basan en mejorar la envolvente térmica, que es lo que podemos denominar el “cascarón” o “abrigo” del edificio. Esta envolvente está formada por las fachadas, el tejado o cubierta, las medianeras, los suelos de planta baja y sótanos y las carpinterías exteriores (ventanas y cristaleras). Es la principal actuación en el caso de una rehabilitación energética y está enfocada a reducir la demanda energética del edificio para alcanzar su confort, reduciendo las pérdidas de energía interiores y por tanto la demanda de calefacción, así como reducir la ganancia por

Tenemos múltiples ejemplos de actuaciones de este tipo en: 
    –Fachadas. Es dónde más suele redundar la incidencia de mejora de una rehabilitación energética, entre un 70-80%. Como ejemplos de actuaciones tenemos el incorporar a la misma sistemas de aislamiento térmico exterior (SATE), muy aplicado en bloques de viviendas; fachadas ventiladas o aislamientos desde el interior del edificio con incorporación de rellenos aislantes en las cámaras de fachada o incorporación de tabiques trasdosados con aislamiento en el interior del edificio. 
    –Cubiertas: Incorporar sistemas de aislamiento por el exterior o por el interior (cámaras, buhardillas o falsos techos). O cambiar la cubierta a sistemas de mejores prestaciones térmicas. 
    –Huecos en fachada: Sustitución o mejoras en carpinterías exteriores, vidrios, cajones de persianas y control de la radiación solar mediante toldos, persianas o mallorquinas entre otros. 

Medidas activas
Las medidas activas son las que principalmente atañen a las instalaciones del edificio, y aquí las podríamos subdividir principalmente en dos tipos. 

Instalaciones: En general, las instalaciones de agua caliente sanitaria (ACS), calefacción y refrigeración. Consistente en la instalación o conversión de los sistemas existentes por unos más eficientes con incorporación de fuentes de energía renovable (combustibles no fósiles), preferiblemente producidas dentro del edificio o en un entorno próximo. 

Como ejemplo, tendríamos la sustitución de los equipos de producción por unos más eficientes como la aerotermia, geotermia, bombas de calor de alta eficiencia o biomasa (pellets). 

Así mismo, también se podría actuar en la producción de energía para el consumo eléctrico o térmico del edificio con fuentes renovables como la incorporación de paneles solares fotovoltaicos, térmicos o aerogeneradores. 
    Iluminación: En función del uso o del tipo del edificio, el consumo energético en la iluminación puede ser muy considerable, por eso no hay que despreciar este tipo de actuaciones, y más hoy en día con la posibilidad de instalar luminarias LED de alta eficiencia, controles de intensidad lumínica en función de la luz natural, temporizadores o simples detectores de presencia. 

Con todo lo expuesto anteriormente, y aunque suele ser lo más costoso de inicio, si atendemos a términos de eficiencia, se debe priorizar la mejora de la envolvente térmica (medidas pasivas) ya que es la intervención que generalmente más ayuda a reducir la demanda energética de un edificio. Y una vez reducida esa demanda, utilizar sistemas eficientes de fuentes renovables (medidas activas). 

Para favorecer estas obras de rehabilitación energética, suelen existir varios tipos de ayudas o subvenciones por parte de las administraciones públicas. La principal en Castilla-La Mancha es la que se otorga a la “Rehabilitación y mejora de la eficiencia energética en viviendas y edificios de viviendas de CLM-FEDER”, que consiste en subvenciones cofinanciadas por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional, en el marco del Programa FEDER de Castilla-La Mancha 2021-2027. El plazo para solicitar estas subvenciones este 2025 empezó el pasado 14 de agosto y finalizará en breve, el 30 de octubre, pero este tipo de ayudas suelen publicarse cada año, por lo que se espera que en el 2026 siga habiendo líneas de subvención para rehabilitaciones energéticas.