La resurrección de Modojos
Modojos, una gran finca para recreo cinegético montada a principios de los 70 al noreste del río Mesa y del Señorío de Molina, ha reabierto seis caminos de dominio público, tras nueve años de litigios con los vecinos de Mochales, en cuyo término junto a los de Codes, Balbacil y Turmiel, está asentada. Batalla judicial aparte, hoy apenas quedan vestigios de lo que fue un pueblo más en los confines de la provincia con las de Soria y Zaragoza. Un montón de piedras de la ermita, en su día iglesia, de San Bartolomé. Ya ni rastro de la pila bautismal aneja de la Codes y la hermosa fuente, con su pila para abrevadero, que refiere el obispado de Sigüenza en 1886. Dice la leyenda que hace más de 200 años una Julieta del lugar y un Romeo de la zona protagonizaron una muy fanfarrona boda, con todo el pueblo invitado, que acabó en tragedia y, años después, con la desaparición del poblado. Tras la ceremonia y una opípara comida, todos perecieron envenenados, incluidos los novios, el cura que los casó y los invitados de los pueblos vecinos. Todos, menos algunas criaturas lactantes, que fueron acogidas y adoptadas por parientes de pueblos colindantes. Algunos sostienen que el tóxico letal fue el cardenillo originado por la deficiente limpieza de las calderas de cobre en las que se cocinaron las viandas. José, el Codeño, defiende que un novio despechado o algún envidioso que los quería mal echó en los guisos, sin ser visto con el trajín de los preparativos, unas vinagreras. Así se les llama por estas tierras a unas larvas viscosas que aparecen en primavera. Nadie se ha atrevido a comprobar si los fluidos de su abdomen morado son o no mortales. Además, harían falta cantidad de ellas. Su final también pudo ser la peste, un invierno glacial o el misterioso vete tú a saber que acabó con otros pueblos de la zona como Monchel en Labros, Torralbilla en Hinojosa, Chilluentes en Concha o Palmaces en Turmiel. Lo cierto es que el Estado se hizo cargo de las tierras del famoso Común de Modojos. Luego, los pueblos limítrofes se lo compraron. Hace 40 años vendieron una gran parte a una empresa, que lo transformó en la actual finca El Sabinar con un controvertido vallado de pasos públicos.