La ternura veraz e inteligente de la película "Juno"
01/10/2010 - 09:45
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Como una "lolita" del cine independiente que ha seducido al gran público, la coqueta comedia "Juno" aligera con su maquillaje de comedia adolescente un tierno conocimiento de las complejidades humanas, condensadas en el deslumbrante buen hacer de la joven actriz Ellen Page.
"Juno", que llega esta semana a las pantallas españolas, consigue el curioso logro de devolver al cine lo que es del cine. Es decir, la capacidad de atrapar con sus historias, de entretener, ilusionar y reflexionar, de transportar al espectador hacia una cápsula de experiencia vital.
Pero dado el incumplimiento de estos objetivos por parte de la mayoría de los productos cinematográficos, la fiel, modesta y obediente ejecución de pautas por parte de "Juno" engrandece su calidad hasta hacerla meritoria de cuatro candidaturas al Óscar.
Un embarazo no deseado desata esta historia que compensa su apariencia de intrusa del cine independiente con la frescura, la inteligencia no excluyente y la dinámica que han hecho grande -y rentabilísimo- el bajo presupuesto y que sin duda necesitaba su poliédrico retrato de la adolescencia.
Profundamente respetuoso y nostálgico con esa difícil etapa, Jason Reitman, director también de "Gracias por fumar", decide ensalzarla por sus fallas. Por esa convivencia entre la soberbia y la inseguridad, por la coherencia que pasa por la incoherencia y bajo cuyo prisma el mundo adulto se anhela a la vez que se desmorona.
Tales contradicciones se encierran en la mirada de la pequeña gran actriz que es Ellen Page que, con el talento desatado que paseó obscenamente por "Hard Candy", guía al espectador durante un hermoso viaje por lo voluble de los estados de ánimo, por la extraña belleza del error humano, por el cosquilleo de los sueños que todavía parecen posibles y por las imperfecciones de la pasión.
La cinta alcanza entonces, con engañosa facilidad, una emoción pura, tangible. La pantalla se abre a las tres dimensiones, los personajes se convierten en personas y la trama en una vivencia personal. En hora y media, se ha construido vida, con su contexto, su justificación y su lógica.
Por ello, todo transcurre con la naturalidad que nace de lo imprevisible del ser humano y avanza por los cauces de la credibilidad que cada uno otorga a su propia vida. Invierte los códigos, elimina la distancia que acompaña a la ficción y la cambia por la visceralidad única que se vierte sobre lo real.
Pero dado el incumplimiento de estos objetivos por parte de la mayoría de los productos cinematográficos, la fiel, modesta y obediente ejecución de pautas por parte de "Juno" engrandece su calidad hasta hacerla meritoria de cuatro candidaturas al Óscar.
Un embarazo no deseado desata esta historia que compensa su apariencia de intrusa del cine independiente con la frescura, la inteligencia no excluyente y la dinámica que han hecho grande -y rentabilísimo- el bajo presupuesto y que sin duda necesitaba su poliédrico retrato de la adolescencia.
Profundamente respetuoso y nostálgico con esa difícil etapa, Jason Reitman, director también de "Gracias por fumar", decide ensalzarla por sus fallas. Por esa convivencia entre la soberbia y la inseguridad, por la coherencia que pasa por la incoherencia y bajo cuyo prisma el mundo adulto se anhela a la vez que se desmorona.
Tales contradicciones se encierran en la mirada de la pequeña gran actriz que es Ellen Page que, con el talento desatado que paseó obscenamente por "Hard Candy", guía al espectador durante un hermoso viaje por lo voluble de los estados de ánimo, por la extraña belleza del error humano, por el cosquilleo de los sueños que todavía parecen posibles y por las imperfecciones de la pasión.
La cinta alcanza entonces, con engañosa facilidad, una emoción pura, tangible. La pantalla se abre a las tres dimensiones, los personajes se convierten en personas y la trama en una vivencia personal. En hora y media, se ha construido vida, con su contexto, su justificación y su lógica.
Por ello, todo transcurre con la naturalidad que nace de lo imprevisible del ser humano y avanza por los cauces de la credibilidad que cada uno otorga a su propia vida. Invierte los códigos, elimina la distancia que acompaña a la ficción y la cambia por la visceralidad única que se vierte sobre lo real.