La tortuga y nosotros

11/01/2012 - 00:00 José Manuel Belmonte


  El momento más entrañable y emotivo que guardo de nuestro viaje a Costa Rica, tuvo lugar de noche. No dispongo de fotos, estaban prohibidas. Una linterna de minero en la cabeza del guía señalaba el camino al pequeño grupo. Íbamos en fila para evitar tanto a las serpientes como a las tarántulas. Antes de llegar a la playa, nuestro guía recibió un aviso. Hay que esperar aún. Silencio absoluto. La tortuga aún está cavando el nido para el desove. Después, a distancia, pudimos contemplar la puesta. Después, el lento proceso de cubrir el nido, para no dejar pistas a los depredadores. Por fin, el grupo la acompañó emocionado en su vuelta al mar. Fue más que un ritual, una experiencia.


  La tortuga baula, o laúd, puede llegar a medir hasta 2 m. Sin embargo los huevos y las crías recién nacidas corren peligro, por las aves, los perros y los humanos. En el mar tienen otros peligros, (algunos, también procedentes del hombre: bolsas de plástico, hilos de pesca vertidos de barcos y las hélices).


  Son pocas las que llegan a la edad adulta. En Costa Rica, el Constitucional, ha protegido los huevos de las tortugas baula, -la más grande del mundo- y su hábitat de anidación. Es muy importante defenderlo incluso por Ley Nº 7524, por que la “Lista Roja de especies Amenazadas de la Unión Mundial de la Naturaleza” considera a la tortuga Baula en la categoría de especies en peligro (http:www.iucnrelist.org/). Este organismo desde 1963 es la autoridad principal del mundo en cuanto al inventario y evalúa el riesgo de extinción de alguna especie.


  Transmite criterios y urgencias para reducir la desaparición. Se suele actualizar cada cierto tiempo. Pero son las autoridades políticas concretas las encargadas de aplicar las medidas oportunas. Así nació el Parque Nacional Marino de las Baulas (1995). A veces hay engaños por culpa de los intereses y el impacto del turismo . En Costa Rica el compromiso para la protección y defensa de la naturaleza es muy alto en todo el país, sobre todo en Guanacaste y en Tortuguero.


  Desde luego es mucho mayor que en los países cercanos, a donde las tortugas, gracias a las corrientes magnéticas, llegan para desovar en sus costas tanto del Pacífico como del Caribe. Si traigo aquí mi experiencia y el hecho de la protección a los huevos de tortuga y de las indefensas crías, es para plantear una pregunta: ¿Proteger un huevo de tortuga es proteger a la tortuga? Lo afirman y defienden los ecologistas. También su Constitucional. El pueblo en general apoya las medidas. Ahora bien, el óvulo fecundado de los humanos ¿no es nada? ¿No es humano? Por qué se permite a los “depredadores” arrancarlo de su nido o destruirlo? Si el huevo de tortuga se protege por ser tortuga, ¿no debería protegerse el embrión y el feto, por ser un ser humano? Cualquier motivo es bueno para aclararnos.


  Una sentencia contra quien causó un accidente de tráfico sirvió para dictar jurisprudencia. Una mujer embarazada de 12 semanas, sufrió un accidente. Ello le provocó posteriormente el aborto involuntario de su hijo. Denunció el hecho y reclamó el derecho de su hijo. El 9 de septiembre de 2011, la Corte Suprema de Alabama, por unanimidad sentencia como homicidio fetal la provocación del aborto y la violación del derecho civil que tiene el niño desde el momento de la concepción.


  Según esto, los fetos humanos no deben ser menos que los huevos de un ave o una tortuga. Entonces, ¿no se debería abolir una ley que no protege al feto y permite su muerte sin razón alguna? Avanzar en derechos humanos es progresar también en derechos sociales. El corazón que late y el espíritu tienen que abrir paso. No se puede salvar el planeta destruyendo seres humanos. ¿Se puede, en cualquier país, salvar una tortuga y acabar con un niño?