La vida que yo mismo escog
25/08/2011 - 00:00
El cuerpo humano también puede calificarse como la envoltura temporal del alma. Lo que nos hace preguntarnos: ¿Qué sucede entonces tras la muerte?, ¿dónde se encontrará el alma de cada ser humano?
La respuesta es que cada día, cada persona determina el rumbo que su alma tomará cuando fallezca. El alma es atraída por aquellos ámbitos del mas allá donde le esperan las energías de sus culpas no saldadas, es decir las propias cargas y ataduras que el hombre tuvo la ocasión de purificar durante su vida y que no obstante dejó pendiente. Por tanto cada día toda persona determina donde se encontrará su alma después de la muerte del cuerpo. El ser humano es comparable a un ordenador. Cada uno de nosotros introduce, es decir graba en el ordenador llamado «hombre», muchos datos.
El hombre y el alma registran las grabaciones correspondientes, pero también las constelaciones planetarias correspondientes reciben los datos de cada ser humano y los irradian día a día poco a poco al alma y al hombre. La persona, como ser humano, experimenta sucesivamente las grabaciones correspondientes, pero el alma desencarnada sin embargo es conducida por las constelaciones planetarias a confrontar y purificar lo que el hombre, en el transcurso de las encarnaciones le ha impuesto, le ha atribuido con pensamientos, palabras y obras. El alma por tanto estará confrontada con las grabaciones negativas de lo que fue su ser humano y se ve ante la tarea de disolver esos nudos negativos de energía. Tanto aquellos que se consideran cristianos como los que no, pueden sin pudor alguno recordar lo que Jesús de Nazaret enseñó: la ley de la libertad, que se basa en el amor a Dios y al prójimo y no en el amor propio, no en la egolatría. Pues el egocentrismo está en contraposición al amor a Dios y al prójimo.
La ley de la libertad, que nos enseñó Jesús de Nazaret, dice que toda persona es responsable por su forma de pensar y de comportarse, según el reconocido principio «Acción igual a reacción», es decir Siembra y cosecha. Según la ley universal, eso significa que o bien se está a favor de Dios o contra El. La persona que esté contra de la ley de la libertad ha dado la vuelta al concepto de «amor a Dios y al prójimo». De esa inversión del amor a Dios y al prójimo, se formó poco a poco el concepto satánico que dice «yo soy mi propio prójimo», basado en la falta de libertad y el estar atado a la sumisión u obediencia. Bajo esa postura que sólo se basa en el amor a uno mismo, sufren no sólo los seres humanos, sino sobre todo los animales, las plantas y los minerales, en conjunto toda la Tierra, y lo que es peor, sin culpa alguna y siendo inocentes.