Las cosas del Papa Francisco

31/10/2013 - 00:00 José Serrano Belinchón

 
   
 Casi con la misma rapidez con la que apareció en los medios, se ha ido diluyendo la aseveración del papa Francisco en la larga entrevista que concedió al diario italiano La Repubblica el pasado día uno, en la que respondí clara y llanamente que él “jamás ha sido de derechas”. La respuesta no pasó desapercibida, y menos aún para quienes participan de cierta inquietud política, aunque ésta lo sea velada y falta de presión como viene sucediendo de un tiempo a hoy a la vista del sentir de la gente. En relación con la inesperada respuesta del Sumo Pontífice, y dejada atrás aquella impresión primera que sorprendió a propios y extraños, se me ocurre pensar que el concepto derecha ni es ni tiene que ser sinónimo de catolicismo, como queda a la vista de todos al comprobar cómo muchos partidos de derecha nada tienen que ver con lo que el Evangelio dice y la Iglesia proclama; tampoco advertimos que ello se manifieste en el proceder personal de algunos políticos de derechas encumbradas en lo más alto de los partidos, ocupando puestos de suma responsabilidad, en los que no resulta precisamente ejemplar el rigor con el que cumplen con la doctrina de la Iglesia, depositaria de la fe emanada del Evangelio, y ahí están.
 
  El papa Francisco, que desde el primer día de su pontificado se distingue por andar por la vida con los pies en el suelo, es decir, haciendo que brille sobre todo lo demás la verdad evangélica, no es de derechas ni de izquierdas; no puede serlo en tanto representa a Jesucristo como su vicario en la tierra. Otra cosa es que lo qué él hace y lo que él dice, caiga bien o caiga mal al hombre de hoy según su inclinación política. Los de la izquierda recibieron la declaración del Papa, yo diría que hasta con muestras de júbilo. Un papa que ama a los pobres, que reclama los derechos de los más desfavorecidos, que rechaza de plano la desigualdad entre países pobres y países ricos con razones de común aceptación, muy afines con la tradicional postura ideológica de las izquierdas -cada vez más desvirtuada e inconsistente- siempre cae bien.
 
  Pero eso es una parte muy importante, sí, de la doctrina de Cristo que el papa Francisco proclama, pero sólo una parte; pues hay otras no menos estimables e igualmente cristianas con las que tal vez no estén tan de acuerdo, y me refiero al respeto a la vida desde la concepción del hombre hasta su muerte natural; a la eutanasia tan justificada y tan bien vista por muchos, la llamada muerte dulce; al divorcio, con el mal tan difícilmente de evitar que se hace a los hijos; al respeto a los sacramentos, aunque se trate de no creyentes, y en fin, a tantas cosas más que salen del depósito de la fe venida del Evangelio. Tiempo al tiempo, y a considerar serenamente y sin ningún tipo de afección, que las palabras del papa Francisco fueron acertadas y aleccionadoras, las mismas que Cristo hubiera dicho en la actual situación y por los mismos motivos, pese a quien pese; y cuando menos, todos, todos, debiéramos mirar con cautela.