Las cosas por su nombre
01/10/2010 - 09:45
Cartas al director
VALENTÍN ABELENDA CARRILLO / Salt (Girona)
Leía hace unos días en el diario del Vaticano la propuesta de que al feto se le vuelva a llamar niño. Y es que lOsservatore Romano publicó, el pasado mes de Junio, un artículo en el que proponía denominar con la palabra niño al feto, ya que en el nombre que damos está el juicio que tenemos de las cosas
El artículo, firmado por Bellieni, sostiene que la distinción neta entre las palabras niño, que normalmente sólo se utiliza para denominar al hijo nacido, y feto, que se restringe a la fase anterior al parto, es reciente. Así, explica que, en realidad, con el nacimiento, lo que cambia es bien poco. Entra aire en los pulmones, se cierran los pequeños circuitos en el corazón, se separa la placenta, añadía.
Sin embargo, la luz ya se filtraba en parte a través del útero estirado, el niño veía luz dentro del útero, ya oía sonidos, ya se chupaba el pulgar, ya tenía hipo, ya tenía un corazón que funcionaba a la perfección, un cerebro que elaboraba sensaciones e incluso soñaba y sentía el dolor, afirmaba Bellieni.
Según el articulista, la utilización generalizada de la palabra feto es estigmatizante y sirve para hablar del mismo niño como si fuera dos entidades distintas en función del momento en que se encuentra, antes y después del parto.
Sin embargo, la luz ya se filtraba en parte a través del útero estirado, el niño veía luz dentro del útero, ya oía sonidos, ya se chupaba el pulgar, ya tenía hipo, ya tenía un corazón que funcionaba a la perfección, un cerebro que elaboraba sensaciones e incluso soñaba y sentía el dolor, afirmaba Bellieni.
Según el articulista, la utilización generalizada de la palabra feto es estigmatizante y sirve para hablar del mismo niño como si fuera dos entidades distintas en función del momento en que se encuentra, antes y después del parto.