Las vocaciones, signos de esperanza fundadas en la Fe

21/04/2013 - 00:00 Atilano Rodríguez

  
  
    El Papa Pablo VI, durante la celebración del Concilio Vaticano II, estableció la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Consciente de que las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa son el mejor termómetro para valorar la vida de fe y amor de cada comunidad cristiana, el Santo Padre, al constatar el descenso de vocaciones, invitaba a todos los cristianos a elevar confiadas súplicas al Señor para que suscite nuevas vocaciones en la Iglesia al servicio del Pueblo de Dios. Nuestra diócesis, en otros tiempos, fue rica en vocaciones. Esto hizo posible, además de la buena atención pastoral a todas las comunidades parroquiales, el testimonio generoso de excelentes misioneros. En la actualidad, sin embargo, estamos experimentando, al igual que en otras diócesis españolas, una alarmante sequía vocacional como consecuencia de la secularización de la sociedad y de la indiferencia religiosa.
 
  Estamos convencidos de que el Señor continúa llamando al seguimiento, pero los oídos y el corazón de nuestros jóvenes no acaban de acoger su llamada o no tienen la fortaleza espiritual necesaria para responder con valentía y generosidad a la misma. Desde hace algún tiempo, este descenso de vocaciones nos preocupa a los sacerdotes, a los religiosos y a muchos cristianos que descubren con dolor cómo algunas zonas de la diócesis ya no pueden ser atendidas pastoralmente, como ocurría en otros tiempos, debido a la escasez de sacerdotes. Esta preocupación por las vocaciones nos ha llevado a volver sobre el tema en el último Consejo del Presbiterio. En el mismo hemos vuelto a reflexionar sobre las principales causas de la escasez de vocaciones y, teniendo en cuenta las conclusiones de anteriores Consejos y las aportaciones de los arciprestazgos, hemos elaborado un conjunto de acciones pastorales que ahora deberán ser asumidas y aplicadas en todas las parroquias.
 
  Estas respuestas pastorales pasan por una especial atención a la pastoral familiar, por una mayor implicación de los padres en la catequesis de sus hijos, por la búsqueda de espacios en los que sea posible provocar el encuentro de niños y jóvenes con la persona de Jesucristo y por el testimonio alegre y gozoso de sacerdotes y religiosos que estén dispuestos a acercarse a los jóvenes como compañeros de viaje para ayudarles a reconocer en el camino, a veces oscuro y tortuoso de la vida, a Cristo, camino, verdad y vida (Jn 14, 6).
 
   Estas actividades pastorales nos obligan a revisar no sólo la pastoral vocacional, sino toda la actividad evangelizadora de nuestras parroquias para no caer en la rutina, en la desesperanza o en la angustia ante la falta de resultados. Con mucha paciencia y constancia hemos de poner todos los medios a nuestro alcance para renovar el clima de fe, el testimonio de adhesión al Evangelio y la pasión misionera de los miembros de nuestras comunidades, alimentando todo esto con la oración fervorosa y la participación frecuente en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía.
 
  En ningún momento hemos de olvidar que la vocación cristiana y, por tanto, la vocación sacerdotal y religiosa son un regalo de Dios a cada persona, a la Iglesia y a la sociedad. Por lo tanto, como nos recuerda el Papa Benedicto XVI en el Mensaje para la Jornada Mundial de las Vocaciones, hemos de facilitar el encuentro personal y comunitario de los jóvenes con Cristo con el fin de favorecer “del diálogo sincero y confiado con Él, para entrar en su voluntad”. ….