Las vueltas que dan vida... de Guadalajara al mundo

28/05/2017 - 15:55 D.Pizarro

Dos jóvenes alcarreños recorren en estos momentos Sudamérica en una furgoneta de 1994, ‘La Furiosa’, que han reconvertido en una minicasa.

Vivir para trabajar o trabajar para vivir. Vivir para viajar o viajar para vivir. Esa es la cuestión. Y la respuesta la tienen Javier García y Lidia Geniz, treintañeros, él de Guadalajara y ella, catalana de origen y marchamalera de adopción. En estos momentos, esta pareja se encuentra recorriendo Sudamérica, concretamente Chile, después de haber pasado por Argentina, Paraguay, Uruguay y prácticamente toda Europa. Ese recorrido, que comenzó hace tres años, lo han hecho en una furgoneta de 1994  y a la que han bautizado La Furiosa. ¿El objetivo? Quién sabe si dar la vuelta al mundo, aunque son conscientes de las complicaciones que tiene entrar en determinados países con su propio vehículo. “El propósito ahora mismo es seguir subiendo desde Chile y llegar hasta Alaska y después, aunque no es un plan cerrado, saltar a China, por ejemplo, aunque este país te restringe bastante la entrada con un vehículo”, señala Lidia, quien reconoce que “no es lo mismo volar a un país que entrar conduciendo un coche”. Los pasos fronterizos, por tanto, vienen cada vez “más limitados”, lo que les ha llevado a cancelar más de un plan. “Nos habría gustado ir a Asia y desde allí cruzar hasta Australia, pero en Paquistán no nos dieron el visado”, añade Javier. De todas formas, y viendo todas las vivencias que llevan a la espalda, no descartan nada. De hecho, una alternativa sería trasladarse a estos países de una forma convencional y comprar allí un vehículo. “En Myanmar, Tailandia o Vietnam, por ejemplo, cada poco sacan nuevas leyes que restringen el paso de vehículos, además de que las tasas por cruzar son altísimas”. 

 


    Esta libertad a la hora de afrontar la vida no les ha venido regalada. Estos jóvenes están, como se suele decir, sobradamente preparados. Después de terminar sus estudios, él en Ingeniería Mecánica y ella en Químicas, rompieron radicalmente de vida primero, cuando abrieron un negocio propio de tés y cócteles en Guadalajara y, después, cuando decidieron dejar atrás el país y emigrar. Edimburgo, Irlanda fueron un primer paso hacia lo que hacen ahora, vivir viajando. “Es una forma de vida que nos permite viajar y despertarnos cada día en un sitio nuevo”, señala Lidia. 
    
Un proyecto en digital
Muchos se preguntarán cómo sobreviven, económicamente hablando. Pues bien, esta vida, que discurre “principalmente” por carreteras secundarias y caminos, al menos en Sudamérica, como explica Javier, también tiene sus obligaciones. Ambos se han volcado con la página web www.vantravellers.com, donde cuentan sus experiencias en el movimiento Van Life, es decir, la vida viajando en una furgoneta. De momento no tienen ingresos por publicidad, pero sí hay empresas que les regalan excursiones, comidas en restaurantes y demás ventajas. También han escrito dos libros, Guía para vivir la Van Life y Haz tu propia cama camper, ambos disponibles en versión electrónica. La venta de bisutería artesanal, “algo a lo que me he dedicado menos en Sudamérica”, señala Lidia, es también una fuente de recursos.  Por otro lado, ambos han escrito un artículo “pagado” para una agencia de viajes de Chile. “Estamos escribiendo cada uno sobre nuestras vivencias, pero pensando a largo plazo, pues el día de mañana nos gustaría publicar todo esto”, resalta Javier, quien subraya que el primer libro, por ejemplo, se ha vendido en países muy diversos, entre ellos Noruega. 
    Sus gastos, de todas formas, son reducidos. “Nunca pagamos por dormir, lo hacemos siempre en la furgoneta. Sin embargo, ahora que estamos en Santiago de Chile, donde tenemos amigos, estamos pasando unos días con ellos”, cuenta la joven. De cualquier forma, La Furiosa sigue siendo la verdadera protagonista, pues no se trata sólo de una furgoneta, sino de una verdadera minicasa gracias al buen hacer de sus dueños. Y como todo en sus vidas, llegó de casualidad. “En la época en la que montamos el negocio, un vecino tenía esta furgoneta para trabajar. Cerramos el local y lo traspasamos. Él no quería venderla, pero cinco años después supimos que iba a comprarse otra y deshacerse de ésta”. Así fue como consiguieron esta Volkswagen T4, en la que fueron adaptando todo el interior con sus propias manos. Ahora, no le falta detalle. “Tenemos panel solar, nevera, toldo... todo preparado para nuestras necesidades y pensando en las diversas condiciones climatológicas”, señala Lidia. No les falta la cocina y la ducha eléctrica, a imagen y semejanza de las caravanas, pero más práctico. “Además de que las caravanas son muy caras, también cuesta más conducirlas, pagan más peaje, y no olvidemos que nos hemos metido por sitios donde una caravana no llega”, cuenta Javier, a lo que Lidia añade que “pasamos más desapercibidos que una caravana y podemos aparcar en cualquier sitio”. 


    Pasar la furgoneta de Europa a América les costó 2.000 euros, dada sus dimensiones, aunque con lo que no han tenido problemas es con el permiso de conducir. “Es mejor tener un carnet internacional, pero en muchos sitios, si les enseñas el permiso español, no te ponen pegas”, resalta Lidia. Eso sí, siempre que les piden que muestren sus documentos, entregan fotocopias por seguridad. Por otro lado, la forma de conducir en el extranjero les ha traído más de un quebradero de cabeza. “En Italia y Grecia es una locura, pues de dos carriles hacen tres, y en Argentina las carreteras son muy, muy malas”, añade Javier. 
    De cualquier forma, no han sentido sensación de inseguridad fuera de España, aunque sí resaltan el “racismo” del que fueron objeto en Austria. “No nos gustó cómo nos trataron y nos fuimos enseguida”.  Destacan de Latinoamérica la “bondad” y “hospitalidad” de la gente, según Lidia, pero sobre todo se han sentido a gusto en el este de Europa. “Nos hablaban de Albania como un país muy peligroso, pero  no lo era. Es pobre, con gente buena y simpática”, sentencia la joven. 
    Pese a que La Furiosa da algún susto de vez en cuando –estuvieron un mes parados en el sur de Chile esperando repuestos para el vehículo a causa de una avería– esta pareja se siente feliz con la decisión que tomaron hace justo tres años, el 29 de mayo de 2014. “Es una de las mejores experiencias de nuestra vida, pero el día que el cuerpo nos pida otra cosa, pues lo dejaremos”, apuntan casi al unísono Javier y Lidia. Pero parece que, de momento, tienen por delante mucha carretera.