Libertad frente a seguridad

22/04/2013 - 00:00 Jesús Fernández

  
  
  
  Los sentimientos, dos percepciones opuestas han creado dos clases de sociedad. Los que prefieren la libertad propia hasta el desprecio de la seguridad de los demás (egoísmo o individualismo) y los que buscan la seguridad de los demás (generosidad o solidaridad) hasta el descuido de la libertad personal. Esto no son representaciones o filosofía abstracta. Esto es la experiencia diaria de tantos ciudadanos que se levantan y ven cómo se juega y se trafica con su libertad a costa de su seguridad y se les pone ante la alternativa de renunciar a una para conseguir la otra. Es la historia de la humanidad que se repite en la hora actual. Puede haber una falsa extensión de la libertad y una reducción real de la seguridad en nuestros planteamientos políticos y comunitarios. Y sin embargo, tiene que haber una fórmula reconciliadora. La democracia es el esfuerzo común para resolver esta contradicción y hacer compatible el ser libres con estar seguros. Tenemos que transformar las categorías y el lenguaje político en antropología viva y en sensación de confianza de las personas. Por el contrario, continuamente y por todas partes existe una experiencia de intranquilidad. El Estado moderna nace de esta necesidad de garantizar ambas cosas a los ciudadanos.
 
  El poder es un servicio a las dos dimensiones de la conciencia moderna y de la participación. Lo que llamamos poder es capacidad de las instituciones para aportar respeto y libertad individual pero también deberes y compromiso con la comunidad. La política oscila entre garantía o expropiación de la persona y sus bienes. Seguridad jurídica e interior formando parte de la libertad. Hay que realizar un análisis exacto y preciso de nuestra sociedad. Estamos demasiado enfrentados y, sin embargo, hay que buscar un lugar para cada uno, para cada generación y sustituir una sociedad en conflicto por una política solidaria y subsidiaria. Los mayores tienen que vivir para los jóvenes, los jóvenes para los mayores. Los fuertes atender y ayudar a los débiles y éstos comprender a los fuertes. La democracia no está para aportar riesgos a las personas o a los bienes. Nadie puede poner el peligro la libertad nacida de la convivencia y nadie tiene que sentirse amenazado por ella.
 
   La aparente contradicción entre libertad y seguridad viene superada, en democracia, con el concepto de responsabilidad por parte de todos. Está muy de actualidad poner los derechos humanos al frente de todo discurso político y olvidamos que los ciudadanos también tienen derecho a una tranquilidad interna. No se puede vivir permanentemente en la sospecha y en el temor de una sustracción de ese derecho. La percepción individual de esta variante de la seguridad tiene gran importancia en la vida y en el comportamiento de la población. Existen también amenazas internas dirigidas directamente a la motivación y que ponen en peligro la fe en la democracia y aumentan la debilidad de su construcción social. Las leyes y demás normas en la sociedad tienen que contribuir a fortalecer dicho sentimiento de seguridad. No es bueno que se extienda entre el pueblo una sensación de incertidumbre. Los conceptos políticos tienen una gran incidencia en la conciencia humana y son capaces de determinar las condiciones previas a una decisión. Detrás de cada ciudadano hay una persona y no la masa.