Libre es quien de verdad acepta a los demás
En un mundo cada vez más globalizado y dependiente en el que muchos valores han ido dejando su espacio a un concepto equivocado de la libertad, se hace cada vez más necesario recurrir al significado de esta palabra. Que duda cabe que las personas en muchísimas ocasiones defendemos una libertad mal entendida, la que con los años parece ganar adeptos. Si buscamos en el diccionario el sentido de la palabra libertad, encontramos lo siguiente: Libertad es la capacidad del ser humano de obrar o no obrar, de hacer una cosa o de hacer otra a lo largo de su vida, por lo que es responsable de sus actos.
¿Pero en cuantas ocasiones somos responsables por nuestros actos o palabras, que han podido afectar a alguien, y que han sido realizados bajo el concepto que cada uno a dado a la palabra libertad? Realmente cada vez más personas anhelan el verdadero amor y la verdadera libertad, porque notan que los ritos, los dogmas y las ceremonias no conducen a nada, muchos menos a la libertad. Por eso con toda razón preguntan: ¿Qué significan el verdadero amor y la libertad y cómo podemos alcanzarlos? Si recapacitamos brevemente nos daremos cuenta de que son muchas las ocasiones en las que nos permitimos decir: Me tomo la libertad de hacer o de decir a los demás lo que me dé la gana.
Sin embargo esta es una forma egoísta de entender la libertad del que surge el libertinaje, los actos egoístas humanos que hemos creado nosotros mismos y que no surgen de un amor desinteresado real, un amor elevado que nace del fondo del alma y que forma parte de nuestra herencia divina. Del programa de televisión titulado palabras sobre la libertad producido por Radio Santec y en el que participó Gabriele, la profeta y enviada de Dios para la actualidad, se recogieron los siguientes párrafos como ayuda para cada persona: En conformidad con la Ley de siembra y cosecha, que es una ley universal conocida desde la antigüedad, se podría decir que el ser humano es prisionero de sí mismo, a pesar de que cree ser libre.
De hecho la verdadera libertad es cósmica y no humana. Por lo tanto el imponerse ante otras personas, el tomarse libertades a costa de otros, es un comportamiento que va justamente contra las palabras de Jesús de Nazaret quien enseñó: Lo que quieres que otros te hagan a ti, hazlo tú primero a ellos, o dicho de otro modo: Lo que no quieres que te hagan a ti, no se lo hagas tampoco a los demás. Entonces libre es sólo la persona que acepta y acoge a su prójimo. Verdaderamente libre es quien en sí mismo reconoce y arregla sus faltas. Por lo tanto quien es libre no presiona ni obliga a su prójimo, ya que él mismo tampoco se presiona. Sin embargo a las personas nos resulta realmente difícil dejar libre al otro, lo cual se debe a que la mayoría de seres humanos aún tienen una conciencia con un horizonte muy estrecho. A la mayoría no les es consciente que en cada persona, en lo más profundo del alma de cada uno, hay un hermano, una hermana del Hogar eterno, que lleva en sí la Ley del amor y de la libertad.