López de los Mozos abre con su pregón los actos de la Semana Santa capitalina

23/03/2013 - 13:07 Redacción

 
  Como viene sucediendo desde hace más de dos décadas, el pregón de Semana Santa abre los actos mayores del programa religioso en la concatedral de Santa María.
 
 
  El escritor, etnólogo y funcionario de Diputación, José Ramón López de los Mozos, fue el protagonista del pregón de este año, un discurso lleno de evocadoras imágenes a la Semana Santa de antaño. Cuando era niño la procesión pasaba por el centro de la Carrera (antigua Carrera de San Francisco). Entonces “escoltado por cuatro guardias civiles con los cañones de sus fusiles descargados apuntando a tierra, uno en cada esquina, avanzaba lento el Santo Sepulcro, empujado por un par de mozos –no tanto– del Ayuntamiento.
 
   A los lados, los zapadores escoltaban la imagen yacente, mientras el sonido de los hierros de sus botas llenaba el silencio nocturno”, describió. La que más le sobrecogía en sus días infantiles era la procesión en la que “aquel hombre sacado de la mazmorra, con la cara tapada, desnudo de pies, encorvado por el peso de la cruz...”. También recordó que en aquella época “tras la imagen que va sobre ruedas trepando la cuestuda calle, va el clero y tras él las autoridades de gala. La Banda de Música Provincial, encabezada por el Maestro Pinilla, entona sones apagados, como corresponde y cierra la comitiva que completan hombres y mujeres de mirada triste”.
 
  Además de esta retrospectiva, López de los Mozos reconoció el esfuerzo de las cofradías y hermandades. “Son muchas las horas de preparación y ensayo que requieren los cargadores para estar a punto y procurar que todo esté medido y bien medido el día que haya que sacar la imagen”. El escritor realizó un recorrido por todas las procesiones de la Semana Santa y sus cofradías y hermandades con especial detenimiento en el caso de la procesión del Silencio y Santo Entierro. “Es, sin duda, la procesión de mayor belleza, puesto que en ella se concentra el celo de todas las cofradías y hermandades y es, además, la de mayor participación”.
 
  “Nunca olvidaré la primera impresión que me causaron aquellos hombres vestidos de rojo y negro, sin el capuchón que llevaban los nazarenos del resto de cofradías que en mi infancia me recordaban a los verdugos de las películas”. Todo aquello se ha transformado, aunque la esencia se mantiene. “Los pasos van ahora a hombros de los cargadores, que las carrozas ya no llevan ruedas, y son muchas las flores y las velas que adornan las imágenes en su deambular procesional por las calles de la vieja Guadalajara conventual”.
 
  Unas u otras tienen el mismo fin “recordar, vivir, padecer, sufrir en las propias carnes, en las entrañas, aquel auténtico vía crucis pasional que Nuestro Señor Jesucristo, como Hombre, tuvo que soportar hasta su muerte en la cruz”. El ciclo que se representa en la Semana Santa se repite “porque aquí el camino es la vida cargada de pecados que solo se limpiarán a través de la muerte, para nacer a una nueva vida tras la Resurrección. Viene a ser, perdóneseme la comparación, como la semilla que debe morir en la tierra para germinar con la llegada de la primavera”, concluyó entre aplausos.