Los casos Faisán y Gürtel en el alero
01/10/2010 - 09:45
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El comentario
ANDRÉS ABERASTURI / Periodista
Recuerdo que el juez, después de una protesta de Perry Mason ordenaba al jurado: no tendrán en cuenta esta respuesta. Como la misma frase se viene repitiendo en multitud de series de televisión y en muchas películas, deduzco que es algo que pasa habitualmente en los tribunales del los EEUU. Pero siempre, desde el inolvidable Perry Mason, he reflexionado sobre semejante mandato: ¿puede un jurado, puede un ser humano no tener en cuanta algo que ha oído? Mi respuesta es que no, pedir algo así es absurdo. Pero eso es harina de otro costal, otro sistema jurídico muy alejado del nuestro en muchas cosas.
¿Y qué pasa con el nuestro? Pues la verdad, muchas cosas y la mayoría poco tranquilizadoras. Te paras un momento a reflexionar y una de dos: o acudes a un experto que trate de convencerte, o pierdes buena parte de la fe en un sistema judicial tan garantista como el que tenemos. Hablo, por ejemplo, de los delitos prescritos por el paso del tiempo; el caso de Pepe el del Popular o, más grave, los Cortina. ¿Por qué razón esa fantasía que llamamos tiempo hace prescribir un presunto delito cometido presuntamente por unos señores como los Cortina que están en activo, en plenas facultades físicas y mentales y con una saneada economía? ¿Qué broma es esta de que pasados unos cuantos años los delitos -y sus consecuencias- se esfuman como si nunca hubieran existido? Pero si esto es grave -a mí al menos me lo parece- tenemos estos días en todas las primeras páginas dos casos a cual más increíble: el llamado Faisán y el llamado Gürtel. Ambos dos pueden cerrarse y aquí no ha pasado nada.
En el primero -el del soplo policial a Elosua, presunto colaborador de ETA- por falta de pruebas, según dicen; porque, siempre según dicen, no se ha podido identificar qué teléfono se usó para dar el soplo. Lo terrible de esta historia es que, salvo que se desmienta, la investigación del asunto fue encargada al mismo grupo que presuntamente dio el soplo, lo cual no parece el colmo ni de la lógica ni de las ganas de llegar al fondo de la cuestión. Pero sea por lo que sea y con esos mimbres, el juez parece que va a cerrar el caso por falta de pruebas. Y no estamos hablando de cualquier cosa sino de alguien encargado de recoger el dinero de las extorsiones con el que luego ETA mata.
El caso Gürtel podría también quedar en nada por las escuchas ordenadas por Garzón de las conversaciones entre los acusados y sus defensores, violando así un derecho fundamental de confidencialidad que sólo admite muy restrictivas excepciones en caso de terrorismo. ¿Podría esta orden de Garzón anular todo el proceso? Muchos juristas dicen que sí y habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Pero uno no sale de su asombro. Tenemos un sistema tan cerrado, tan angosto, tan protocolario, que al final su garantismo termina garantizando incluso lo que no se debería garantizar sino todo lo contrario. Entre unas leyes que piden a gritos reformas urgentes, unas investigaciones en muchos casos al menos pintorescas e instrucciones que se pasan de la raya de lo legal o no llegan, al final cuando llamen a tu casa a las cinco de la mañana va a resultar que no es, como se esperaba, el lechero.
En el primero -el del soplo policial a Elosua, presunto colaborador de ETA- por falta de pruebas, según dicen; porque, siempre según dicen, no se ha podido identificar qué teléfono se usó para dar el soplo. Lo terrible de esta historia es que, salvo que se desmienta, la investigación del asunto fue encargada al mismo grupo que presuntamente dio el soplo, lo cual no parece el colmo ni de la lógica ni de las ganas de llegar al fondo de la cuestión. Pero sea por lo que sea y con esos mimbres, el juez parece que va a cerrar el caso por falta de pruebas. Y no estamos hablando de cualquier cosa sino de alguien encargado de recoger el dinero de las extorsiones con el que luego ETA mata.
El caso Gürtel podría también quedar en nada por las escuchas ordenadas por Garzón de las conversaciones entre los acusados y sus defensores, violando así un derecho fundamental de confidencialidad que sólo admite muy restrictivas excepciones en caso de terrorismo. ¿Podría esta orden de Garzón anular todo el proceso? Muchos juristas dicen que sí y habrá que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos. Pero uno no sale de su asombro. Tenemos un sistema tan cerrado, tan angosto, tan protocolario, que al final su garantismo termina garantizando incluso lo que no se debería garantizar sino todo lo contrario. Entre unas leyes que piden a gritos reformas urgentes, unas investigaciones en muchos casos al menos pintorescas e instrucciones que se pasan de la raya de lo legal o no llegan, al final cuando llamen a tu casa a las cinco de la mañana va a resultar que no es, como se esperaba, el lechero.