Los dudosos réditos de la guerra sucia
15/11/2011 - 00:00
Como si se tratase de la última maniobra posible con la que conseguir votos, el PSOE ha comenzado a buzonear en la capital un panfleto en el que bajo el título de PPesadilla en el país y con un montaje en el que Mariano Rajoy aparece caracterizado como Freddy Krueger, alerta sobre el peligro que supondrá el cambio de Gobierno si el PP gana las elecciones. Rajoy bajará impuestos a los más ricos, bajará el sueldo a los trabajadores y te cobrará cada vez que acudas al médico. Rajoy nos miente cuando dice que los recortes van a reactivar la economía y cuando dice que tiene recetas mágicas para salir de la crisis, reza el tríptico que viene, una vez más, a apelar al sentimiento del miedo como único modo para movilizar a su electorado. Sin embargo, en un momento en el que ni la guerra sucia es capaz de levantar las encuestas, una estratagema de estas características podría volverse en contra de un partido que quiere, en los últimos días de campaña, conseguir decantar a su favor el voto de los indecisos. Pero la burda elaboración de un panfleto sin gusto podría tener el efecto totalmente contrario, redoblando el hastío que buena parte de la izquierda tiene hacia estas prácticas que no son nuevas en la capital y que ponen de manifiesto la escasez de argumentos que se intenta disimular con lo que el propio Antonio Román, víctima de algunos de los insultos, consideraba como injurias y calumnias. Ya lo intuía el propio presidente provincial del PP cuando el domingo acudía a un mitin de la presidenta regional Mª Dolores de Cospedal. Los populares esperaban algo así, pues ya en las elecciones municipales los socialistas utilizaron las mismas técnicas. Lo que no se entiende, al juzgar por los resultados electorales de entonces, es la rentabilidad política que sacaron y que ahora les anima a continuar con la misma dinámica. Los votantes de Guadalajara merecen un mayor respeto y mayor estima hacia su inteligencia. Actitudes como éstas se convierten en un modo de poner al descubierto las propias vergüenzas, que en este caso son la debilidad política de un partido divido e incapaz de ilusionar, ni si quiera, a los que en otras elecciones fueron sus votantes.