Los expolios del patrimonio provincial
09/05/2011 - 00:00
El expolio de arte volvía esta semana a marcar la actualidad. Hace unos días se conocía que la agencia Christies vendía en 2009 un contrato manuscrito que detalla algunos aspectos inéditos sobre el sepulcro de doña Mayor Guillén de Guzmán, que fue amante de Alfonso X El Sabio y madre de la reina Beatriz de Portugal, y que fue enterrada en Alcocer. Ante el asombro de los amantes del patrimonio histórico de la provincia, se volvía a comercializar con total impunidad. Lamentablemente no es el primer caso ni el único en el que joyas artísticas de Guadalajara acaban en manos de particulares auspiciados en la ilegalidad, la ignorancia o que desaparecen, simplemente, por caer en manos del olvido. Sería imposible recopilar todo el patrimonio consumido o en vías de hacerlo por los distintos despropósitos que se han dado en la provincia. El ejemplo más flagrante, quizá esté representado por el monasterio cisterciense de Santa María de Óvila, vendido en 1929 por Fernando Belosos Ruiz al magnate de la prensa amarilla americana William Randolph Hearst a través de su agente en España, Arthur Byne por 85.000 dólares y que se llevó piedra a piedra. Pero no es el único. De menor tamaño pero de un gran significado, es según apunta José Luis García de Paz en su obra Patrimonio desaparecido en la provincia, son los II Fueros de Guadalajara, otorgados por Fernando III en 1219, cuya copia se conservaba en el Ayuntamiento capitalino hasta 1921, año en que fue vendido por Melchor García a la Universidad de Cornell, en Estados Unidos. De hecho, algunas de las reliquias de nuestro pasado que se perdieron volvieron a salir a la luz, aunque en muchas ocasiones, al otro lado del charco. Por ejemplo, un fragmento del sepulcro de Brianda de Mendoza o un cáliz de Jadraque, que Felipe Urraca donaba a su familia natal y que tras desaparecer hoy se encuentra en el Metropolitan de Nueva York. La despoblación ha pasado factura al arte alcarreño. Sólo en la última década las iglesias de Valsalobre, Selas, Labros, Hinojosa y Mazarete o las ermitas de Checa, Tortuera, Torrecuadrada de Molina y Establés han sufrido robos de piezas únicas, que en algunos casos no se han podido recuperar.