Los límites de la crisis

30/07/2012 - 11:24 Redacción

Unos límites de la crisis o una crisis sin límites. He ahí el problema. La conciencia sociológica de los ciudadanos en torno a ella se ha ido modificando y ampliando. Lo que comenzó siendo una preocupación concreta sobre algunas dificultades en el proceso económico o en la gestión y reparto de recursos se ha convertido en una sensación generalizada de que ha estallado una crisis de ordenación y convivencia del Estado. Crisis parcial o crisis total. Crisis en el tiempo o tiempo de crisis. La presente situación, de temporal no tiene nada. No hay día sin nuevos problemas, sin nuevas dificultades. Esto quiere decir que la contingencia se ha instalado en nuestras vidas y nadie sabe lo que puede suceder. La ciencia ha dejado paso a la improvisación.
De la percepción de crisis o dificultades objetivas, de necesidades reales, se ha pasado a una sensación de inseguridad subjetiva que afecta a todos los ciudadanos y pone en riesgo proyectos o previsiones del futuro. La perspectiva se va trasladando y la incertidumbre se desplaza al porvenir. Es el futuro el que nos preocupa y esta crisis de esperanza y de horizonte es lo que más golpea a nuestro espíritu como comunidad. Crisis social, pero también crisis subjetiva que remueve los cimientos de la personalidad y de la convivencia. Ya hablamos de daños que afectan a una generación entera, con lo cual profundizamos el alcance de las dificultades actuales. Y nos preguntamos ¿habremos llegado al límite de la crisis? Nadie se atreve a asegurarlo. ¿Quién escribirá la historia de esta situación tan crítica?
Pero la economía ha servido solo como génesis y activación de la conciencia actual en que vive el mundo occidental, tan orgulloso de sus conquistas imparables. ¿Dónde están esos avances del pasado que no nos garantizan éxitos en el futuro? Ya hemos aludido a ese modelo concéntrico en el que se ha expandido la ola y el contagio del miedo colectivo.         En ese recorrido, hemos pasado de unas dificultades concretas a una crisis total. Veamos. Está en crisis el Estado nacido de la democracia. Hemos pasado de una fe inquebrantable en las estructuras, en las instituciones, en la administración y en la función pública, a una desconfianza generalizada en los representantes del pueblo en ellas. Se pone en duda todo lo hecho hasta ahora y se califica de errores algunas decisiones tomadas. El tiempo hace pedagogía y nos permite ver con claridad lo que antes se veía oscuro y viceversa, lo que antes parecía seguro ahora se juzga incierto o equivocado.
Está en crisis el poder en sí mismo. Desprestigio del poder en sus tres variantes, el parlamentario, el ejecutivo, el judicial. Nos hemos dotado de excesivo poder político como aparato y mecanismo de invasión del Estado y de control por parte de los partidos y de los ciudadanos al amparo de ellos. Se ha introducido otro nivel de poder político más trasversal y autonómico que viene a interrumpir la continuidad de un consenso generalizado. El poder autonómico parece más un contrapoder que una delegación del único poder existente en un Estado. Eso indica el comportamiento de algunas instituciones: recursos, rebeldías, incumplimientos, La democracia es ocupación del poder y solo se distingue de otros sistemas en la forma de llegar a él mediante la libertad y de ejercerlo mediante el pluralismo y la participación. Todo poder es igual y solo confiamos en la dignidad y talla moral de las personas que lo representan, lo aplican y lo viven. Hay crisis de gobernantes que han demostrado demasiado egoísmo por enaltecerse y muchas prisas por enriquecerse a costa y a espaldas del pueblo .