Los límites de la prevención
Hemos tardado 2.500 años en saber que, quizás, la leyenda de la Atlántida relatada por Platón tuvo su origen en un tsunami que destruyó la civilización minoica. Pero durante estos días, casi en tiempo real, podemos compartir a través de internet y de la televisión los terribles efectos del terremoto y tsunamis ocurridos en Japón. No han sido eventos inesperados en la región. En términos geológicos, la placa tectónica del Pacífico se introduce debajo de Japón en la fosa oceánica situada al este de la isla de Honshu. Hay un proceso de interacción entre las placas del Pacífico y de Norteamérica.
Este mecanismo produce movimientos relativos entre ambas placas a una velocidad de 8,3 milímetros al año y genera una elevada sismicidad. El tsunami es consecuencia del desplazamiento vertical de la falla que origina el terremoto. Comentábamos hace unos días las tendencias observadas en el impacto de los desastres y destacábamos la necesidad de dotar a las sociedades de mayores fortalezas para incrementar la capacidad de resistencia y de recuperación ante estas situaciones.
El terremoto ocurrido el 11 de marzo permite seguir esbozando nuevas reflexiones en esta línea. Estamos ante un terremoto de magnitud muy elevada (8.9 Richter) que ha puesto a prueba la gran capacidad preventiva de Japón para hacer frente a desastres naturales. Probablemente, Japón es el país mejor preparado del mundo en construcción antisísmica, en sistemas de alerta temprana y en educación ante catástrofes. Ello hará que, aunque el número de víctimas sea muy elevado, no alcanzará la severidad de otros eventos similares. Pero las pérdidas económicas posiblemente serán muy altas.
Quizás, el terremoto y el tsunami de Japón nos muestran los límites de la prevención. Japón, un país desarrollado con alta tecnología y excelente preparación ante emergencias, también puede sufrir consecuencias severas derivadas de los riesgos naturales. El avance tecnológico y la creación de modernas infraestructuras supone un progreso innegable para la humanidad, pero también plantea importantes desafíos. En este sentido, es evidente que la creación de infraestructuras críticas, como las centrales nucleares, en zonas de alta peligrosidad geológica, conlleva riesgos añadidos en el proceso de planificación del territorio. Los geólogos podemos contribuir en este proceso, aportando información a los responsables de tomar decisiones para que las opciones que se adopten sean las más seguras.
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