Los pactos del turrón

26/12/2015 - 23:00 Jesús Orea

Han pasado ya unas cuantas horas desde el cierre de los colegios electorales el 20-D y continúo haciéndome la misma pregunta que ya me hice en mi breve artículo de urgencia, escrito en la noche electoral, y publicado el pasado lunes en NUEVA ALCARRIA: “¿Y ahora, qué?” Bueno, me la hago yo y se la están haciendo millones de españoles porque el mapa político salido de las urnas es el más complicado, enrevesado y retorcido de la actual etapa democrática y es tan difícil su interpretación que, más que un mapa, parece un jeroglífico o una sopa de letras. Pero, si lo pensamos bien, y no dejamos que nos obnubile la ensalada de acrónimos y de nombres de partidos y coaliciones que el 20-D obtuvieron representación parlamentaria, la respuesta al ¿y ahora, qué?, puede tenerla una canción del verano de los años sesenta, muy pegadiza y bailable, titulada “La Yenka”: “Izquierda, izquierda, derecha, derecha, delante, detrás, 1, 2, 3…”. Intento explicarme.
Tras el escrutinio y hasta que no se convoque la sesión constituyente de la nueva legislatura en el Congreso, es tiempo de cábalas y especulaciones, de intentar interpretar lo que va a hacer con sus votos cada fuerza política, algo que a día de hoy simula ser una gran incógnita pero que, si nos atenemos a comportamientos y actitudes pasados, es más previsible de lo que parece. Veamos. En estas primeras horas poselectorales en las que las ciencias exactas parecen imponerse a la ciencia política, es lógico que aún parezca que hay más dudas que certezas respecto al futuro político inmediato que se avecina en España. Para tratar de vaticinar ese devenir, la forma más racional y objetiva de acercarse a interpretar lo que puede suceder en las próximas semanas es acudir a las evidencias y, la primera de ellas, es que la izquierda, cuando la matemática electoral se lo permite, no da ni agua a la derecha, que para la izquierda es todo lo que no es izquierda, o sea, centro incluido, salvo que éste le haga o le pueda hacer de “muleta”, que es plegarse a sus intereses. Si nos atenemos a los idearios políticos sustantivos, sólo el PP (123 diputados) y Ciudadanos (40) no son formaciones de izquierda, algo que también ocurre con los partidos nacionalistas DL (8) –la nueva marca de CDC-, PNV (6) y Coalición Canaria (1). Sumando los diputados obtenidos por estas cinco fuerzas políticas, teóricamente no de izquierdas, llegaríamos a la cifra de 178 diputados, dos más de los necesarios (176) para tener mayoría absoluta en el Congreso; pero, como es de todos sabido, especialmente en el caso de la Convergencia Democrática de Cataluña, recién rebautizada como Democracia y Libertad, de Artur Mas, el nacionalismo se ha echado al monte en busca del independentismo y entre las trochas, las sendas escarpadas, las veredas montaraces y los caminos de herradura ha coincidido, al menos, en parte del trayecto con un PSOE que ahora quiere una España federal y con otras formaciones de izquierda, aunque sea cada una de su padre y de su madre, que han renunciado a su internacionalismo ideológico de base para hacerse tan nacionalistas y/o separatistas como el que más. Así las cosas, y aunque en su día CiU, PNV y CC apoyaron un tiempo los gobiernos de Suárez e, incluso, los de Aznar, a día de hoy se me antoja casi imposible que hagan viable un gobierno de Rajoy, pero bastante previsible que faciliten un gobierno de la izquierda, por activa –votando a favor del candidato, Sánchez o Iglesias, previsiblemente el primero- o por pasiva –absteniéndose, pero permitiendo su elección por mayoría simple- si éste se compromete a dar más pasos en lo que el líder de Podemos llamó en la noche electoral el “plurinacionalismo” de España. Que se comprometerá.
Descarto casi por completo la opción de que el PSOE apoye la investidura de Rajoy como la socialdemocracia alemana hizo con la democristiana Merkel en su día ante un Bundestag fragmentado. Esa madurez democrática y ese pragmatismo alemanes no están en el “adn” de la política española. Sé que alguno tendrá la tentación de crujirme por lo que voy a decir, pero estoy convencido que el PP, a sensu contrario, sí habría estado dispuesto a darle el gobierno al líder del PSOE, antes de que éste se echara en brazos de una izquierda que, en algún caso, está más cerca de los antisistema, del comunismo más rancio y del anarquismo que de la socialdemocracia, y en unas opciones nacionalistas echadas al monte del independentismo y que ven en el PP y en Ciudadanos sus peores enemigos e imposibles aliados.
¿Y, ahora, qué? Pues mucho me temo que Rajoy va a intentar formar gobierno y no lo va a conseguir porque la izquierda y los nacionalistas van a aislar al PP con un nuevo “cordón sanitario” y, después, Pedro Sánchez lo va a intentar y es probable que lo consiga, con mayoría absoluta o simple, seguramente lo segundo, pero en todo caso con la anuencia de las fuerzas de izquierda y nacionalistas del nuevo Congreso, anuencia que no va a ser ni gratis ni barata, ni para el PSOE, ni para España. El problema que tiene Sánchez para ser así presidente del gobierno es Susana Díaz, la lideresa andaluza que quiere coger el AVE de Sevilla a Madrid para dirigir a los socialistas españoles y que no parece ser muy “plurinacionalista” ni estar a gusto con el liderazgo actual del PSOE, que ha llevado a este partido a su peor resultado electoral desde 1977, a pesar de lo cual podría gobernar. O sea, que perdiendo el PSOE podría ganar Pedro Sánchez, gracias a los aún no alcanzados pero ya llamados “pactos del turrón”.