Los últimos principios

07/01/2016 - 23:00 Jesús Fernández

El fango político está compuesto de inocencia, pasiones y corrupción. Con esta masa estamos construyendo la sociedad actual. El pensar ya no interesa y la falta de principios es el principio de la falta de interés. La decadencia del Estado es la consecuencia de la decadencia de la política. Una forma de hacer política está terminando. Se han roto los principios de legalidad, seguridad, confianza, credibilidad entre ciudadanos y dirigentes. Estamos en los últimos principios, por mucho juego de palabras que parezca. Se está rompiendo un sistema. Superado el periodo de caos y confusión seguirá una etapa de surgimiento y rectificación. Los partidos y los parlamentos tienen que enderezarse. Cada día hay más ciudadanos y empresas que viven del Estado: sueldos, pensiones, ayudas y subvenciones. La corrupción no está en el sistema sino en la gente. Para muchos ciudadanos, los nuevos tiempos no van a ser mejores que los anteriores.
La situación del país está muy clara. La vida y los cargos políticos son una clase privilegiada. El ejercicio del poder coloca a unos pocos en un nivel de vida confortable, llena de comodidades. Sueldos y pensiones de lujo. Los viejos partidos son una máquina de inspirar, hacer y construir conductas refinadas. La vida pública pasa a ser vida privada y la privada, pública. Ya lo sabíamos que son seres normales, uno de nosotros. ¿A qué viene este afán de mostrarnos ahora en los medios de comunicación la vida y las aventuras personales, las trayectorias biográficas, las anécdotas y gestos de proximidad de nuestros políticos? Se sienten culpables del alejamiento de la población y quieren reconciliarse con ella. Ya sabemos cómo viven. No son uno más. Lo que necesitamos es renuncia, esfuerzo y laboriosidad, transparencia y ejemplaridad, aunque no se conozca. Hombres dejé y hombres encontré, exclamaba un sabio repasando el final de su vida. Los contribuyentes son despojados con sus impuestos para que la clase política no carezca de caprichos y lujos desorbitados. Claman por nuevos impuestos. Hablan de recortes, no de privaciones. Las épocas se distinguen por los principios que rigen la convivencia. Y estamos al final de una época.
Cuando aparecen rostros conocidos y personas muy ricas pidiendo e invitando a la solidaridad y compromiso con los pobres, los hambrientos, los refugiados, se rebela la rabia en nuestro interior por la falta de coherencia en los principios. Hay ricos que viven a costa de los pobres y hay otros (ricos también) que viven y cobran de anunciar que hay pobres. Cuando oigo el grito de “todos somos …” en manifestaciones para expresar la identificación de la masa con el dolor, la muerte, la discriminación, la persecución de ciudadanos particulares, es una ironía. Nadie es lo que son los demás. Cada uno es su individualidad y sufre en sí mismo lo que no sufren los demás. El dolor y la desgracia son intransferibles, como lo es la alegría y la felicidad. Se sufre solo, se muere solo, nadie sufre conmigo, nadie muere conmigo aunque esté a mi lado.