Más democracia
22/05/2011 - 19:31
Decía Ortega en "La rebelión de las masas", de plena actualidad, que "la política es mucho más real que la ciencia porque se compone de situaciones únicas en las que el hombre se encuentra de pronto sumergido, quiera o no". "La salud de la democracia, cualquiera que sea su tipo y su grado, añadía, depende de un mísero detalle técnico: el procedimiento electoral". Y más adelante: "todo lo que se hace hoy en lo público y en lo privado, -hasta en lo más intimo-, sin más excepción que algunas partes de algunas ciencias, es provisional". Para el filósofo, "ahora se abre otra vez el horizonte hacia nuevas líneas incógnitas, puesto que no se sabe quién va a mandar, cómo se va a articular el poder sobre la tierra... hacia qué centro de gravitación van a ponderar en un próximo porvenir las cosas humanas...".
¿Habita Ortega estos días en la Puerta del Sol? ¿La mira desde La Moncloa, pendiente de si los resultados de las urnas y la rebelión inesperada de la calle le permiten seguir o le obligan a adelantar las elecciones? ¿Está en un Parlamento que sabe que la clase política ha pasado a ser uno de los primeros problemas de los ciudadanos? No lo sé, pero tras el 23-M tienen que empezar a cambiar muchas cosas. Durante meses, tal vez años, hemos venido escribiendo que la calidad de la democracia española estaba bajando preocupantemente y que a los políticos, sumergidos en sus guerras y en sus intereses particulares, parecía no importarles. El "todo para el pueblo", pero de espaldas al pueblo, ha sido un ejercicio permanente de cinismo por parte de una parte de la clase política, incapaz de ver los problemas, de afrontarlos, de encontrar respuestas y de buscar un Pacto de Estado en los asuntos fundamentales para encarar una regeneración de la democracia. Lo resumía El Roto en una genial ilustración en El País: "Los jóvenes salieron a la calle y súbitamente todos los partidos envejecieron...".
Nadie sabe el futuro que espera a España ni si fructificará esa movilización juvenil -ante la que el Estado y sus instituciones han mostrado tanta debilidad como impotencia-, pero en todo caso han planteado un debate al que hay que dar respuestas. En mi opinión, la salida no está en una democracia asamblearia ni en una revolución comunal. La única respuesta es más democracia, mejor democracia. El bien común como objetivo público; el respeto de los derechos de los otros -en la Puerta del Sol como en las plazas de acampada de todas las ciudades, estos días los derechos de los comerciantes se han visto dañados de manera grave por las reivindicaciones de otros-; el acuerdo político y social para luchar contra el gravísimo problema del paro; una educación que acabe con el fracaso escolar; una ley electoral justa y moderna; una política bajo el control de los representantes de los ciudadanos y no de los aparatos de los partidos... La Constitución del 78, con sus errores, encierra el corazón de una democracia que nos ha permitido vivir en libertad. Hay que reforzar la democracia, como hay que potenciar los controles que garanticen su funcionamiento al servicio de los ciudadanos. Más democracia, mejor democracia.