Mitad y mitad
Cierto alivio nos ha supuesto a muchos el resultado de las enrevesadas elecciones autonómicas del pasado domingo al saber que algo más de la mitad de los catalanes no quieren la independencia del estado español. La mala noticia es que casi la otra mitad si la desean. El problema mayor se hubiese planteado en caso de una victoria en votos de las fuerzas independentistas y más grande hubiese sido el mismo cuanto más abultado hubiera sido dicho triunfo. No tiene legitimidad el nuevo parlamento catalán, pese a la mayoría absoluta en número de escaños de los partidos del sí, para iniciar negociación ni proceso alguno para separar a esta región del resto de España, simplemente porque más de la mitad de los que votaron prefieren que sigamos juntos. No existe un sentimiento mayoritario pero si lo suficientemente amplio para aceptar la existencia de un conflicto que requiere de diálogo y entendimiento para construir puentes que unan a la sociedad catalana. El gobierno nacional no debe menospreciar el hecho de que más de un millón y medio de ciudadanos quieran marcharse del país y el catalán tiene que aceptar que no tiene el apoyo suficiente para crispar y complicar aún más la existencia a sus próximos. Otro tema es cómo gobernarán juntos políticos de tan distinto perfil, ideologías, programas y soluciones como la derecha burguesa de Convergencia y la izquierda radical de Esquerra y sobre todo de la CUP. Solo les une el odio a nuestra patria común. Negro futuro auguramos a la coalición cuando llegue la hora de aprobar unos presupuestos o tomar decisiones en gasto público, impuestos o políticas sociales. Por lo demás, las elecciones dejan como gran vencedor a Ciudadanos, fuerza que está al alza y amenaza con acaparar votos del centro, especialmente hacia la derecha, aunque también pueda restar algo al socialismo, que aunque debilitado esté feliz de haber superado y por diferencia a su gran rival de Podemos, que, paradójicamente, por su moderación, ha salido mal parado en las urnas. Los grandes derrotados, además de los soberanistas que han perdido su plesbicito, han sido los populares y los de Unió Democrática. Los votos de Podemos se los ha quedado la CUP y los del PP los de Rivera, de mensaje más constructivo e ilusionante. Y es que el camino no es imputar ahora a Artur Mas ni reformas no consensuadas comunicada decisión.