Mucho ruido y pocas nueces

06/12/2015 - 23:00 Antonio Yagüe

Estos días la conferencia sobre el cambio climático reúne en París a las mentes más ingeniosas del mundo en la materia. El objetivo es tomar decisiones para frenar las disparadas emisiones de CO2, que se traducen en temperaturas globales más altas, más olas de calor, inundaciones, deshielo, y aumento del nivel de los océanos y de su acidez. Las aguas subieron 20 centímetros en el siglo XX y, de seguir así, con 2º más de temperatura, al final del XXI subirán 80 centímetros y cubrirán las zonas donde viven 400 millones de habitantes. Hacer frente al problema requiere mucho esfuerzo y los resultados, en el mejor de los casos, no serán recogidos por los que hoy tratan de frenar el desaguisado y temen un frenazo al crecimiento económico. Me recuerda una historia. Una vez un rey paseaba a caballo por el bosque y vio a un pobre anciano que se afanaba en un surco. Se acercó y observó que estaba plantando nogales. Le preguntó porqué lo hacía y el viejecito le respondió: “Me encantan las nueces”. El rey le dijo: “Anciano, no afanes tu encorvada espalda sobre ese hoyo. Un nogal tarda décadas en florecer. ¿Acaso no ves que cuando el nogal crezca tu no vivirás para recoger sus frutos?” Y el anciano le respondió: “Si mis ancestros hubieran pensado como vos, yo nunca hubiera probado las nueces”. Hay, por desgracia, más que piensan como el rey del relato que como el anciano. Dejar algo malo detrás de ti es duro, pero casi todos preferimos comer nueces a plantar nogales. Eso incluye a los gobernantes, que ven los peligros del medio ambiente lejanos y su prevención cara. Y escatiman presupuestos pesando que cuando las cosas se pongan peor, cuando sobren nueces, ya plantaremos nogales. Cuando leí el cuento a mi hija, con ocho años, me dijo: “Mejor este año no comemos nueces y plantamos nogales”. Criatura. Es comprensible que una niña tenga más preocupación por el futuro lejano que un sesentón. Pero no lo es tanto que el desinterés provenga de una ceguera cortoplacista e interesada. Con tanto alboroto informativo, acompañado de un desierto de decisiones políticas sobre el problema, es inevitable evocar el título de la comedia de Shakespeare: “Mucho ruido y pocas nueces”.