'Normativas' en la nueva calle Mayor

28/01/2011 - 00:00 Mari Carmen Solanas

Querido alcalde: Hoy, bajando la Calle Mayor, me encuentro con el acordeonista que toca al principio de la misma, cerca de Santo Domingo, y al que desde hace mucho tiempo yo agradecía su música, a veces con una moneda y a veces sólo con una sonrisa. Esta vez el acordeón estaba en el suelo y él de pie y con la cara muy triste. Ha sido él el que me ha dicho que la policía no le deja tocar desde hace un mes, y no entiende por qué después de haberlo hecho durante más de diez años. Es un vecino de Azuqueca y me ha explicado que lo que sacaba era una ayuda importante para comer él y su familia. Que la cabeza le estalla y su mujer le pregunta que qué van a hacer. Lleva a su hijo de doce años al colegio y lo que consigue con el acordeón es necesario. Cuando la gente pide muchas veces se duda y se juzga, pero cuando la gente da no sólo se le echan monedas sino que se le echa de menos cuando desaparece. Prefiero habérmelo encontrado que no haberme enterado nunca de que la policía le había amenazado con multas y demás y le había prohibido tocar en la calle. Porque además ese ciudadano y más personas como yo tenemos una cosa en común: pensamos que la calle es de todos y nos gusta más con música, demasiado muerta la ha tenido ya durante las obras. Pero es que además lo que ha hecho usted no sólo es privarnos de música y libertad, es tratar injustamente y asfixiar a una persona que conocemos todos. Si quiere hacer algo por él haga otra cosa. Y desde luego lamentable sería que pensase que la calle, ahora que han acabado las obras, queda mejor sin él: eso roza la desfachatez e incluso la “fachatez”.