Noviembre, mes de los difuntos
En noviembre, los camposantos se engalanan de flores, de velas e imágenes sagradas. En nuestro pensamiento, aparece la eternidad. Esta vida se asemeja a noviembre porque es tiempo de sementera: aquí se siembran las obras buenas. En la Eternidad, lo que, sobre todo, cuenta, es la caridad. Si aquí se siembra el bien, allá se recoge paz y felicidad; si se obra el mal, nos envolverá la amargura. Estamos tentados a vivir como si Dios no existiera, olvidando que este mundo no es nuestra meta. Allá nos mostrarán nuestra cartilla, con un buen saldo, en blanco o con deudas. Las deudas, si se refieren a pecados contra la justicia ( robos, calumnias
), deben darnos miedo, pues no se perdona el pecado sin devolver lo robado y quizá los herederos no estén dispuestos a reparar. Yo siempre digo a mis hijos que cuiden de ser verdaderos, justos y caritativos. No hay caridad sin justicia, ni justicia sin verdad. Con el recuerdo de la muerte o con su olvido, lo cierto es que esta vida no es la Vida, que estamos equivocados si tomamos los medios como fines. No nos engañe el dinero o el poder, ni nos encandile el placer, que todo lo de abajo es pasajero. Decía Santa Teresa: Sólo Dios basta. El jesuita Padre Tomás Morales, ahora siervo de Dios, repetía: esta vida no es la vida. Sí, esta vida tiene fecha de caducidad, y,¡¡¡cuidado!!!, porque en la tarde de la vida, seremos juzgados en el amor