Oremos y busquemos la unidad
El día 21 de noviembre de 2014 se cumplieron los cincuenta años de la promulgación del Decreto sobre Ecumenismo, Unitatis redintegratio. Este documento del Concilio Vaticano II propone a todos los cristianos la necesidad de encontrar nuevos caminos para el logro de la unidad como una de las condiciones para hacer posible la evangelización. La división entre las Iglesias, que se presentan ante los hombres como la verdadera herencia de Cristo, contradice la voluntad de Dios y es motivo de escándalo para el mundo de hoy. A partir de la aprobación del texto conciliar, miles de personas y comunidades cristianas, movidas por el sincero deseo de la unión, oran, dialogan e invitan a todos sus miembros a un cambio de sentimientos y de actitudes en los comportamientos con sus semejantes, pues sin la conversión interior es imposible avanzar en el ecumenismo. En este sentido, no deberíamos olvidar nunca que la promoción de la unidad depende en gran medida de la aspiración gozosa a la santidad, del impulso de la fraternidad y de la vivencia de la propia identidad cristiana. A pesar de los esfuerzos realizados durante estas últimas décadas y de los importantes avances en la búsqueda de la unidad, hemos de reconocer que aún son importantes los pasos que hemos de dar para concretar en la práctica diaria la oración de Jesús al Padre en la que le pide que todos los cristianos permanezcamos en la comunión Trinitaria como condición necesaria para que el mundo crea en Él como su enviado (Jn 17, 2). En ocasiones, todos pretendemos evangelizar, comunicar la incomparable noticia del amor y de la salvación de Dios a los hombres, pero olvidamos que la evangelización es imposible y no puede producir los frutos deseados, si se lleva a cabo desde la división o el enfrentamiento entres los hijos de un mismo Padre. Los alejados, ¿cómo podrán creer en el Señor, que nos convoca a formar parte de su Cuerpo, si permanecemos divididos? Ente las divisiones entre las Iglesias cristianas y en la misma Iglesia católica, todos tendríamos que preguntarnos por nuestra vivencia de la comunión y por los esfuerzos concretos para la consecución de la unidad como condición previa para que otros puedan preguntarse por el Señor y entrar en comunión de vida con Él. Si verdaderamente pensamos en las multitudes que necesitan descubrir a Dios como plenitud de sentido para sus vidas y no acaban de hacerlo por el antitestimonio de la división, entonces descubriremos que la unidad no puede ser nunca una carga o un cumplimiento forzado, sino el camino ineludible para la evangelización. Como nos recuerda el papa Francisco, además de orar insistentemente al Padre por la unidad de todos los cristianos, hemos de dar también un testimonio atractivo de unidad y de verdadera fraternidad entre nosotros: A los cristianos de todas las comunidades del mundo quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente (EG 99). En comunión de oraciones por la unidad de los cristianos, recibid mi bendición.