Padilla salva una mala corrida de Tornay

15/09/2013 - 09:28 Sergio Lafuente

  ? Seis toros de Hermanos Tornay. Muy dispares de hechuras y juego. Flojo el 1º, noble y repetidor el 2º, muy parado y rajado el 3º, descompuesto y bruto el 4º, inválido el 5º, el cual fue pitado en el arrastre, y con mayor transmisión el 6º. ? Juan José Padilla (caña y oro), estocada caída (oreja) y en el cuarto, estocada casi entera (oreja). Manuel Jesús ‘El Cid’ (rosa palo y oro), estocada trasera y tendida (oreja) y en el quinto, estocada (silencio). Iván Fandiño (purísima y oro), pinchazo y estocada contraria (silencio) y en el sexto, pinchazo hondo y dos descabellos (aviso y oreja). ? Plaza de toros de Las Cruces. Segunda de abono en tarde agradable. Media entrada en los tendidos. Preside el festejo José de Pedro asesorado por Alfredo Ramos. Al término de la tarde, salió a hombros Juan José Padilla.
 
 
 
Iván Fandiño la suerte le volvió grupas y mordió la puerta del triunfo entre los dientes con rabia contenida. En su segunda casa y en su tierra de forja, Iván de Orduña se hubo de conformar con marcharse a pie. La corrida de Hermanos Tornay no se lo puso fácil a la terna con un encierro que fue una escalera de hechuras y comportamiento. Malo el sexteto ganadero sin paliativos con un toro en el límite de los seis años -el que hizo quinto-, que sorteó El Cid y a la postre resultó fruta podrida. La anochecida dejó una tarde de pobres argumentos que narrar y una maquilladora puerta grande de Padilla que escondió el fracaso ganadero de Tornay en el día más grande de la Semana Grande. El marcador fue favorable al Ciclón de Jerez sumando una oreja de cada toro. Todo lo dio desde el capote, pasando por las banderillas hasta pasárselo con la muleta.
 
  Padilla no se reservó nada a la hora de abrir plaza y pronto conectó con los mozos de las peñas en las largas cambiadas de rodillas y en los tercios de banderillas. Hubo desigualdad a la hora de cuartear y el Ciclón se prodigó en los pares al violín. Su primero adoleció de fuerza y entrega, pero Padilla construyo un trasteo en el que corrió la tela por ambas manos en su mejor versión. Con el final volvió el Padilla de lío, bulla y entrega total. Se prodigaron durante la tarde los cánticos alentadores a favor del Ciclón y éste agradeció el gesto remitiendo la oreja ganada a los mozos de las peñas a través de los hombres de su cuadrilla.
 
  El segundo que sorteó fue una prenda, que se descompuso y se defendió a base de cabezazos. Pero con su característico coraje y tesón se aseguró la llave de la puerta grande. Otra oreja cortó también Cid a un animal que tuvo la virtud de desplazarse y abrirse en los vuelos de la muleta. No le cogió el ritmo el torero de Salteras, a pesar de pulsarle todas las teclas en una obra tan acelerada como insípida. Un aficionado se lo pidió a voces y el sevillano le pidió paciencia, pero lo cierto es que la cantidad superó con creces el alma de la faena y nunca llegó a calar.
 
   En cualquier caso, cayó la oreja y con la puerta del triunfo entreabierta, se las vio Manuel con un inválido que no se sustentaba en pie. La ganadería de su apoderado guardó para él el cuchillo de palo y cada muletazo se resolvió con el derrumbe del toro entre la ira del público. No le fueron mejor las cosas a Fandiño con el toro que hizo tercero, tan rácano de hechuras como de embestidas. Ya cantó de salida sus escasas virtudes cuando nunca quiso pasar por el capote y cada muletazo a tragarse era empresa desesperante. Fandiño le provocó con la voz y el cite al pitón contrario y claro está que el ímprobo esfuerzo le dejó contrariado.
 
  El sexto, largo y de generosa caja, devolvió al diestro de Orduña la sonrisa perdida durante toda la tarde y sin probaturas, se fue Iván con el toro al centro del anillo a emprendar su reconquinta. A varios metros le enseñó la muleta y le citó, dejándole llegar. Se arrancó el toro con la emoción de la galopada y se tragó varias series diestras con idéntico planteamiento.
 
  Las reminiscencias de las distancias al Parladé de San Isidro fueron inevitables y la emoción pronto escaló por los tendidos. Brotó la ligazón con la muleta yerta en la cara y surgió la hondura del toreo en tandas breves ante un toro que tapó la falta de entrega con la virtud de la movilidad. Con el triunfo conquistado, la suerte se volvió de nuevo esquiva y el pinchazo hondo no fue suficiente para coronar el trasteo. Fandiño se empeñó en descabellar al toro, aún entero, y sin descubrir la testuz se enfrío la intensidad recobrada en una importante faena. Una solitaria oreja supo a poco.