Pajín, una decepción
Todos lo auguraban, aunque nos resistimos a creerlo. Al final se ha impuesto la dura realidad: la actuación de una ministra a quien le viene grande el cargo, pese a la esperanza que suscitó en la profesión enfermera, en los trabajadores del sector sanitario, tan importante soporte esencial en el sostenimiento de la calidad y servicios de uno de los pilares del Estado de Bienestar, tan socorrido y manejado por los políticos en época de crisis y de recortes profundos en derechos sociales, laborales y en las pensiones. La llegada de Leire Pajín al Ministerio de Sanidad procedente de la Secretaría de Organización del PSOE prometía una mayor sensibilidad hacia un colectivo profesional que constituye un sector castigado y paralizado por la ausencia de un mayor liderazgo, lo que al fin y al cabo marca las competencias ministeriales en el SNS; algo de lo que se viene adoleciendo desde hace años, aunque ahora se ha recrudecido.
El Ministerio se ha convertido en un cajón de sastre al que se accede sin mérito ni visión de gestión a largo plazo. Leire Pajín, al igual que otros que anteriormente ocuparon su plaza como Celia Villalobos, Trinidad Jiménez y un largo etcétera sólo algunas brillantes excepciones: el padre de la reforma sanitaria, Ernest Lluch, o Ana Pastor están de paso, sin liderazgo ni capacidad de imprimir futuro a un sistema sanitario necesitado de reformas, adecuándolo además tanto a los cambios demográficos que se están configurando en nuestro país como al desarrollo tecnológico y profesional en el mundo de la sanidad.
Debemos reflexionar sobre los datos ofrecidos por la organización sueca Health Consumer Powerhouse, que nos sitúa en el puesto 22 en cuanto a calidad del sistema sanitario europeo, mientras que el británico se encuentra en el 14. Retrasar reformas por interés político, ante las elecciones de este año y del próximo, acentúa en gran manera el deterioro presupuestario que sufren algunas comunidades autónomas, que encuentran grandes dificultades para cuadrar sus cuentas y sostener con equidad su cartera de servicios. No hay que olvidar que somos uno de los países que menos aportamos al sostenimiento de la Sanidad y si estamos en una posición privilegiada es gracias al esfuerzo de los profesionales sanitarios, que siguen manteniendo unos servicios de alta calidad de difícil viabilidad en los próximos años. Más se esperaba de Leire Pajín, al menos a la hora de introducir debate y abrir vías de diálogo y negociación para diseñar a fondo los parámetros esenciales que permitan consolidar en las próximas décadas el sistema sanitario.
La Sanidad necesita su Libro Blanco de la reforma, al igual que han hecho otros países de la Unión Europea. No podemos seguir la política del avestruz para encontrarnos finalmente en medio del desastre. Ya lo vienen anunciando algunos responsables sanitarios de las comunidades autónomas: hay que involucrarse a fondo con los verdaderos intereses del Ministerio y de los usuarios, además de oír la voz de los profesionales sanitarios, que son quienes están veinticuatro horas haciendo que funcionen y que funcionen bien los hospitales y los centros de Atención Primaria.
Eso es lo que se pide, no sólo pasear por la pasarela mediática, cuidando en exclusiva la imagen. Eso no es política de altura, sino otra cosa innecesaria en una época de crisis, con cuatro millones de desempleados y jóvenes al borde del colapso general por la falta de perspectivas laborales y desarrollo profesional. Si esto puede aplicarse a Leire Pajín, también puede ser criticada por su escaso acercamiento a la profesión enfermera. Se tiene la impresión de que le ha dado la espalda desde hace algún tiempo, sin percibir aunque esté mal asesorada sobre las características específicas de esta profesión su rol en el sistema sanitario y sus perspectivas de futuro dentro del organigrama general del Sistema Nacional de Salud. Desconoce, por considerarla hija de un dios menor, a la profesión enfermera, acercándose a otros colectivos y condenando a la Enfermería al desempleo y a unas condiciones de trabajo y de futuro deleznables.
Las cifras de desempleo se han disparado en nuestro colectivo, emigrando muchos de nuestros profesionales a otros países para desarrollar su labor y huir de la cola del desempleo, al que son condenados por responsables gubernamentales como la ministra de Sanidad. Igual ocurre con la jubilación anticipada de las enfermeras, donde la ministra se ha lavado las manos como la famosa historia de Pilatos, sin reconocer que no se pueden tener enfermeras en los centros sanitarios con 67 años. A esa edad, nuestros profesionales reflejarán el duro esfuerzo desarrollado a través de su larga carrera laboral y su salud se verá resentida. Consecuencia de la falta de sensibilidad hacia la enfermería de Leire Pajín.