Para un heróe

06/01/2011 - 00:00 Víctor Corcoba Herrero

Absolutamente triste me pongo a escribir hoy. Me tiembla de miedo el alma. El dolor atenaza mis dedos y no soy capaz ni de ordenar palabras coherentes en forma de oración; ni gramatical, ni de las otras. Tres años, (mil y pico días), sin que nadie se percate ni reclame la desaparición de un niño, es una eternidad. Nueve años (tres mil doscientos y más días) entre la familia y la escuela, el pueblo o la ciudad, los maestros y los compañeros, sin que nadie haya sentido su cariño y su vacio. ¿Se ha ido un niño sin tocarnos el alma. ¿A nadie? ¿Nadie le ha querido? ¡No puede ser verdad! Me da tanta vergüenza que no puedo y no quiero creerlo. ¡No puede ser, España! ¡No puede ser madres! Los padres no solemos contar (oficialmente), pero tenemos corazón, y nos duele.¡No puede ser, maestros! ¡No puede ser, maquinaria administrativa! No, no puede ser, que nos falte tres años un niño de 9 años -que hoy tendría 11-, que va a la escuela, y tiene sus lápices de colores y sus dibujos y sus sueños, y se muera o lo maten, y a nadie le importe nada. ¡Pobre niño! ¡Qué pena de sociedad! ¡Qué asco de sociedad! Dicen que junto al esqueleto hallaron su reloj, unos libros de cómic, unos lápices de colores, la goma con su nombre, unos cromos y varios muñecos infantiles. ¡Toda su infancia! ¿Tiene algo más un niño, si no tiene además una madre? ¿Ni abuelos, ni tíos, ni parientes? “Asesinato por vergüenza”, titulan los periódicos. Hacen referencia a la madre. Del niño, ni mentarlo. Solo que se ha pasado 3 años metido en una maleta con sus lápices de colores y sus gomas, esperando que algún compañero o maestro venga a buscarle, para ir a la escuela. ¡No puede ser que haya llegado tan baja la autoestima! ¡Ya sabíamos que la más terrible de las crisis es la crisis de héroes! Pero si la crisis es también de madres, es que todo se ha vuelto piedra, cemento o de hielo, que es peor. ¡Es la peor de las negruras! ¿Quién puede suplir el abrazo de un niño, la música de sus labios llamándote “mama”? ¿Cómo se puede olvidar? ¿De qué me sirve, recordar a la mía, o a la madre de mis hijos? De qué sirve saber que decía Balzac “jamás en la vida encontrarás ternura mejor, más profunda, más desinteresada ni verdadera que la de tu madre”. ¿Tanto tiempo ha pasado? ¡Madre!,es “la vocación más noble de la tierra; la más bella de todas las artes, la más grande de todas las profesiones”? ¿Y se puede una madre avergonzar del hijo de sus entrañas? ¿Ante quién puede sentir vergüenza para acabar con el hijo al que ha dado la vida? ¡Que le den por donde le tengan que dar al mundo entero! ¡Es tu hijo! ¡El orgullo de una madre, de cualquier madre! ¿Por qué tuvo que ocultarlo a su pareja? ¿Por qué no quiso verle alegre salir de la bañera? No me consuela, para nada que a esta mujer de 30 años, Mónica, la metan en prisión, en Mallorca o donde sea. Me da igual donde la metan o la dejen de meter. ¡Tiene que estar –creo- en un lugar muy oscuro y muy triste para hacer lo que hizo. ¡Quitó a César, lo que le había dado, la vida! ¡Seguro que necesita ayuda, como las madres que les quitan la vida cuando aún están en sus entrañas! ¡Hay cosas que no las borra ni la goma de un niño, como el peso de esa maleta sobre el alma! ¡Tienen que ayudarla, por favor! Y ¿qué pensarán los maestros y los niños cuando abren los estuches de colores? ¿Y los padres y abuelos cuando pongan este año los regalos a los pequeños? ¡Triste Navidad! Willian Wallace llegó a decir que “la mano que mece la cuna es la misma que rige el mundo”. Seguro que esa mano, por lo menos, está tan desolada como la mía. Pero le pido que tome prestados esos lápices de colores y plante en el cielo un arcoíris para un héroe como César. Y para todas las vidas nacientes de los niños. Que plante también esta pregunta, para que mañana no se nos olvide: ¿Por qué? .