¿Pasarán de largo nuestras fechorias, vicios y excesos?
02/07/2012 - 00:00
Si observamos nuestro mundo comprobaremos cual es la verdadera condición humana. Veremos que predominan la mentira, el robo y el engaño, que hay festividades que degeneran hasta convertirse en bacanales y comilonas; adicciones que desembocan en excesos como alcoholismo, juego, drogas, nicotina, bulimia, adicción a Internet, deseos de discutir, adicción al sexo, pasión por la caza, sed de venganza, explotación de seres humanos acompañada de afán de poder, avidez de dinero y codicia. Las adicciones y la codicia aumentan y degeneran en brutalidad y violencia. Se abusa o viola sin escrúpulos tanto a adultos como a niños y se apoyan guerras en la que de forma horrible morirán personas, pero como «los molinos de Dios muelen lentamente», más de uno piensa que las fechorías pasarán de largo sin consecuencias o se echará la culpa a otros, lo que resulta más fácil.
Pero ante un tribunal de justicia no siempre la culpabilidad es un hecho claro al 100%, lo que significa que no siempre se puede probar con exactitud la culpabilidad de alguien a pesar de que lo sea. Una parte se considerará inocente y la otra culpable, imponiéndosele su respectiva multa o condena; cada parte interpreta de forma muy subjetiva los hechos y en ocasiones el supuesto culpable jura vengarse. Lo cierto es que en muchas ocasiones aunque una parte sea absuelta, es posible que haya tenido su parte de culpa.
Sin embargo La Justicia, con mayusculas, es decir la justicia que está por encima de este mundo, es la reconciliación. No en vano Jesús de Nazaret nos instruyó de la siguiente forma: «Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vayas con él de camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».
La ley de Causa y efecto asigna a cada cual particularmente su parte de culpa de forma precisa y justa, pues la balanza de la justicia de Dios lo pesa todo con exactitud. Así un delito no aclarado puede fácilmente convertir a un alma en un alma atada a la Tierra hasta que purifique lo que tiene pendiente con su prójimo. Pues todos los contenidos de nuestro sentir, pensar, hablar y obrar, es decir la totalidad de los contenidos de nuestro comportamiento se introducen en la estructura celular de nuestro cuerpo físico y en la estructura de partículas de nuestra alma, con ello todo queda registrado por lo que de todo tendremos que dar cuentas. También lo bueno que emitimos recae sobre nosotros nuevamente, se trata al fin y al cabo de la ley de acción y reacción.
Pero ante un tribunal de justicia no siempre la culpabilidad es un hecho claro al 100%, lo que significa que no siempre se puede probar con exactitud la culpabilidad de alguien a pesar de que lo sea. Una parte se considerará inocente y la otra culpable, imponiéndosele su respectiva multa o condena; cada parte interpreta de forma muy subjetiva los hechos y en ocasiones el supuesto culpable jura vengarse. Lo cierto es que en muchas ocasiones aunque una parte sea absuelta, es posible que haya tenido su parte de culpa.
Sin embargo La Justicia, con mayusculas, es decir la justicia que está por encima de este mundo, es la reconciliación. No en vano Jesús de Nazaret nos instruyó de la siguiente forma: «Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vayas con él de camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último céntimo».
La ley de Causa y efecto asigna a cada cual particularmente su parte de culpa de forma precisa y justa, pues la balanza de la justicia de Dios lo pesa todo con exactitud. Así un delito no aclarado puede fácilmente convertir a un alma en un alma atada a la Tierra hasta que purifique lo que tiene pendiente con su prójimo. Pues todos los contenidos de nuestro sentir, pensar, hablar y obrar, es decir la totalidad de los contenidos de nuestro comportamiento se introducen en la estructura celular de nuestro cuerpo físico y en la estructura de partículas de nuestra alma, con ello todo queda registrado por lo que de todo tendremos que dar cuentas. También lo bueno que emitimos recae sobre nosotros nuevamente, se trata al fin y al cabo de la ley de acción y reacción.