Patético
23/10/2014 - 23:00
Si prevaleciera el sentido común y algo de sensatez en esta pasión de catalanes, Artur Mas no estaría ya al frente del gobierno de Cataluña. La degeneración política del propio personaje sería objeto de estudio y se le mantendría aislado para evitar posibles contagios. A día de hoy, una vez fracasada la consulta - el único proyecto que le ha ocupado en esta legislatura -, ha perdido la escasa credibilidad, si es que tenía alguna. Se le han caído los palos del sombrajo. Es una caricatura de sí mismo. Por mucho que insista en mantenerse a flote, con una consulta ficticia que a nadie convence, la realidad es implacable: nadie puede darle valor a una votación que carece de los mínimos requisitos legales y que será manipulada como se ha manipulado hasta ahora el sentimiento de tantos catalanes honestos. Burla, estafa, ridículo, manipulación, cachondeo, astracanada
Estos son solo algunos de los adjetivos que merece la penúltima ocurrencia del molt honorable delfín político de un defraudador de Hacienda llamado Jordi Pujol. ¿Cómo se puede hacer una consulta, sin atreverse a convocarla, para así evitar que la autoridad competente se la recurra? ¿A qué viene ese empeño absurdo de no querer admitir el error? ¿A quién pretende engañar Artur Mas cuando insiste en que el Estado español es el verdadero enemigo de Cataluña? Ante tanto despropósito, no me extraña nada que Oriol Junqueras haya decidido dejarle solo ante el peligro y esperar su momento de asomarse al balcón de la Plaza de San Jaime y declarar de forma unilateral la independencia de Cataluña. Pero Artur Mas no piensa tirar la toalla y buscará otros apoyos que le ayuden a superar la crisis. El PSC siempre es un recurso, cuando ya todo parecía darse por perdido. El esperpento de la consulta es fruto de una lamentable huida hacia delante. Pero, como le escuché decir la otra noche a José Antonio Monago, no se pueden hacer atajos, porque cuando se hacen atajos nos duele la cabeza. No entendí muy bien la relación de los atajos con las cefaleas, pero tampoco le enmendaré la plana. Al fin y al cabo, Artur Mas no deja de ser un personaje patético y desconcertante, capaz de provocar auténticos dolores de cabeza en una España que ya empezaba a experimentar cierta mejoría.