Pelea callejera

21/01/2016 - 23:00 Antonio Yagüe

Ha sido cesar Arthur Mas y miles de barceloneses han pedido rebautizar con su nombre la Plaza de España, amenazada de cambio por Colau junto a todo lo borbónico o español. Lo cierto es que las elecciones del 2015 han llevado a una competencia entre ediles por demostrar quién es el más osado en mudar nomenclátores, que algunos consideran más o menos como apuñalar la historia. Veinte calles de Madrid y seis en Guadalajara, figuran, de momento, en esta cartera por su asociación con el bando franquista, antes, durante y tras la guerra. Nada que objetar incluso si la limpieza se amplía a cuantos nada bueno nos legaron. Pero la mayoría de quienes viven en la calle Hermanos García Noblejas de Madrid, por ejemplo, no sabe que eran falangistas y conspiradores contra la República que se sumaron al golpe. Ni en Guadalajara que los hermanos Ros Emperador fueron fusilados por los republicanos. Muchos se van a enterar cuando tengan que cambiar su domicilio con el gasto que supone. Otro gran marrón es buscar nombres sustitutos y poner de acuerdo a los promotores del cambio que han puesto el cronómetro en 1936. Algunos, no sin razón, creen que debería retrasarse y borrar nombres como O´Donnell o Isabel II, los últimos negreros o esclavistas de la Historia de España. Incluso debería mirarse mejor lo de José Luis Sampedro, eminente hombre de letras que inmortalizó a los gancheros del Alto Tajo en El río que nos lleva, para el que algunos molineses reivindican más calles y espacios públicos. La alcaldesa Carmena le dedicará una, con el apoyo (más lógico) del PP. Pocos saben que fue un franquista de pura cepa. En 1951 fue nombrado por el Gobierno de Franco asesor del Ministro de Comercio, Manuel de Arburúa, considerado por los historiadores como uno de los escasos amigos íntimos del Caudillo. Una asesoría que continúo después en el Banco Exterior de España, apuntalando económicamente al Régimen. Como diría George Santayana, muchas veces, la Historia es una sarta de mentiras sobre hechos que nunca sucedieron, contada por gente que no estuvo allí. Quevedo dejó escrito que no hay calle más larga que la de la hipocresía. Tenía razón. La sociedad nos da todos los días pruebas acabadas de esta observación tan certera como perturbadora..