Periodismo popular

10/04/2013 - 00:00 Jesús Fernández

  
  
  
  La incorporación mayoritaria de la tecnología a nuestras vidas ha cambiado mucho el perfil de algunas profesiones. Se ha producido un corrimiento o desplazamiento de actividades específicas y especializadas hacia la población en general. Cuántas horas de su tiempo privado dedican hoy los ciudadanos normales a realizar, desde su casa y ordenador, operaciones o tareas propias de las empresas, de las agencias, de los organismos oficiales, mientras éstas reducen sus plantillas de personal. Se está desdibujando el concepto de profesional. Una de las profesiones que más acusan este cambio es el periodismo especializado. Superada ya la etapa de la “interactividad” donde el lector, oyente o espectador entraba en comunicación con el emisor para intercambiar contenidos e informaciones, podemos hablar hoy de un periodismo popular, es decir, el pueblo se ha convertido, mediante las llamadas redes sociales, en generador y transmisor de noticias.
 
   ¿A qué queda reducido el papel del periodista profesional en esta apertura, democratización y proliferación de medios y mensajes? ¿Quién elige hoy las ideas y quién realiza su diseño, difusión y presentación? El periodismo especializado y profesional no ha terminado ni ha sido sustituido por el periodismo popular o global. Tampoco tiene que limitarse a ser un simple redactor que ordena o sintetiza lo que llega disperso. Más allá de la invasión tecnológica en la esfera de los medios, el periodista representa hoy la garantía de independencia, moralidad y veracidad de los contenidos transmitidos.
 
   Por eso, la dimensión y responsabilidad ética del periodista no se ha derogado pues él sigue siendo un principio de fiabilidad y credibilidad de los medios aunque estén al alcance de todos. El periodismo profesional de ideas y de opinión necesita hoy, más que nunca, esa conciencia para romper la identidad y confusión entre medio y mensaje. Su tarea se concentra en el respeto, verificación y valoración de los contenidos.
 
  El periodista tiene que implementar o completar la información con la ética de la verdad. De ser un empleado de la redacción ha pasado a ser un representante o registrador de la conciencia social. Tenemos que hacer hincapié en el valor de la integridad de las personas dedicadas profesionalmente a los medios y su preocupación por servir a la conciencia pública.
 
  Todo eso no es nada fácil en un contexto de presión empresarial, de peligro y precariedad en el empleo, de las condiciones o amenazas de los gobiernos, las necesidades familiares, la relación con los compañeros de profesión, las exigencias de la jerarquía inmediata. La censura previa en forma de autocensura y cálculo de los intereses de propietarios, editores y gerentes se adelanta a la propia responsabilidad. La posición del periodista profesional es muy difícil. Su conciencia y responsabilidad se encuentra a media distancia entre la libertad de expresión y el respeto al derecho y a la libertad de otros. ¿A quién va a poder representar? ¿Se va a poder representar así mismo o tiene que vivir siempre de una conciencia prestada? .