Porras contra la democracia
Si los jóvenes se agrupan en miles para emborracharse y evadirse de la realidad: el gobierno les habilita botellodromos para que no molesten a nadie. Si la juventud quiere deporte, lo gestionan con un ministerio, les construyen inmensos campos de futbol, ciudades deportivas, les organizan juegos olímpicos, y para su divulgación, acaparan la mitad de los medios de comunicación. Pero, si miles de jóvenes ocupan las calles y plazas de las principales ciudades del país, para en asambleas pedir tan alto ideal, como autentica democracia, autentica política, autentica educación , les envían una carga policial para desalojarlos, para a golpes de porra hacerlos desistir de su idea de una autentica democracia. Se repite la violenta imagen de plaza Cataluña, en las supuestas democracias de Francia, Italia, Grecia, etc. imagen edulcorada de las represiones sangrientas de las dictaduras del Magreb. Los mismos lumbreras gubernamentales, que les exigían a los jóvenes un signo de responsabilidad, de quejarse por activa y por pasiva de que los jóvenes no tenían valores, de una generación que ni quería trabajar ni estudiar, de no mirar por el futuro de nuestro país, de no tener interés por la política y cuando los jóvenes se movilizan para hacer un cambio.
A nuestros democráticos políticos les entra un ataque de ira y desconcierto por temor a perder su mando y les aflora el dictador que llevan dentro. Porque una muchedumbre de jóvenes e indignados de todas las edades, les dicen, que esa cosa fruto de la transición, no evoluciona, ya que genera desahucios masivos, millones de parados, fuga de capitales a paraísos fiscales, corrupción, una redistribución de la riqueza que solo beneficia a los ricos y una masiva desafección de la política. Los indignados quieren autentica democracia sin corbatas: gobierno del pueblo, donde sea este, el que decida en referendum las cosas que le atañen. No quieren ser meros espectadores de los desvaríos de unos políticos que en lugar de servidores del pueblo se creen sus amos. Así, nuestros gobernantes, esos supuestos defensores de la democracia.
En lugar de darles a los indignados, un altavoz para que los escuchen en los confines del mundo. Alardeando y orgullosos de que el pueblo se interese por la política, y dar la mayor cobertura a esas asambleas democráticas para que entren en todas las casas, para imbuir a todos los ciudadanos del espíritu democrático, del que los políticos no han sabido ser representantes: los tratan como si fueran delincuentes. Ábranles los parlamentos, las escuelas, las iglesias, los teatros y los estadios, no los traten como apestados, como refugiados marginados entre lonas, y colchones que son los embajadores de una nueva era. El pueblo es soberano. Esta en todas partes. No tiene representantes.
Mediante su voto tiene la obligación de decidir, en que se invierte el fruto de su trabajo: Si se rescata a la banca, o se encarcela a los que han provocado la crisis. Si se congelan las pensiones o se gravan las transacciones financieras. Si los salarios suben según el IPC o se reparten beneficios a partes iguales entre todos los que participan y trabajan en la empresa. Si el derecho a una vivienda es un derecho que disfrutamos, o una carga inalcanzable que nos esclaviza de por vida. Si la educación tiene por fin hacernos sumisos al sistema, o críticos y reformadores de el. Si continuamos con jornadas laborales de 8 horas o la reducimos a 5 para acabar con el paro. El pueblo es responsable de su destino, no los que se autoproclaman intermediarios.
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