Presidente o nada

22/01/2016 - 23:00 Javier del Castillo

El dilema de Pedro Sánchez, después de haber logrado los peores resultados de la historia del Partido Socialista en las últimas elecciones generales – y después de haber hecho lo propio en las autonómicas y municipales – es que, si no logra la presidencia del Gobierno, tendrá que irse a su casa. Sería una carrera corta, pero muy sonada.
Ante esta tesitura, el secretario general del PSOE ha optado por la huida hacia adelante. Su propuesta de gobierno progresista, para derogar las leyes más importantes de la legislatura anterior y para recompensar en su justa medida - “lo que ustedes manden” – a Podemos y a los nacionalistas vascos y catalanes, demuestra su vulnerabilidad y el dudoso concepto que tiene Sánchez de la unidad de España. Está claro que se juega mucho, pero más nos jugamos los españoles si él acepta las exigencias que le ponen encima de la mesas su potenciales aliados.
Alguien le tiene que decir a Sánchez que no todo vale. Que el interés general tiene que prevalecer sobre las ambiciones personales. Los ciudadanos españoles votaron cambio, pero también estabilidad y grandes acuerdos. Basta de poner rayas rojas y cordones sanitarios a quienes piensan de otra manera. Volver al frentismo significa, inevitablemente, volver a lo peor de nuestro pasado.
Pero de Sánchez nos podemos esperar cualquier cosa. El Sánchez que se colocó delante de una gigantesca bandera de España, en un acto político multitudinario para que nadie pusiera en duda su amor a la patria, es el mismo que hace unos días regalaba senadores propios a Esquerra Republicana de Cataluña para que sigan trabajando en el “procés per la independència”, y es el mismo que ha permitido, con los votos de concejales socialistas, que el Ayuntamiento de Vitoria le dé una subvención de más de 400.000 euros a Udalbitza, organización que propugna la ruptura con España.
Mientras tanto, las últimas encuestas confirman que la situación política vuelve a ser el problema que más preocupa a los españoles, como no podía ser de otra manera.
De poco sirve hablar de las ventajas de un gran acuerdo entre los dos grandes partidos, cuando hasta el propio Rajoy parece haber tirado ya la toalla.
Hablar de altura de miras es como mencionarle a Junqueras las bondades de la unidad de España.