Pueblos abandonados

16/09/2011 - 00:00 Redacción



El tiempo se ha detenido en 2.000 pueblos de España abandonados. No hay agua corriente, ni luz, ni teléfono, ni médico, ni escuela, ni caminos asfaltados... el exilio de las zonas rurales a los cinturones industriales y a las grandes ciudades dejó a muchos pueblos sumidos en una agonía lenta de desaparición directamente proporcional al fallecimiento de los pocos habitantes que se habían mantenido fieles a sus raíces. En una provincia como la nuestra, con 288 pueblos, muchos de ellos con menos de 100 habitantes, no es de extrañar que algunos hayan caído en el olvido tras la marcha del último de sus vecinos. Esta historia de migraciones se repite en una quincena de municipios en los que sus calles han dejado de tener vida. Sin embargo, localidades limítrofes o algún oriundo melancólico se empeñan en desenterrar estos núcleos del silencio eterno al que parecen estar condenados. Es el caso de Sienes, que quiere reactivar el proyecto de rehabilitación de la pedanía de Tobes con fines turísticos. Resulta paradójico, pero lo cierto es que el abandono encierra el encanto especial de esa quietud que permite dejar libre la imaginación para revivir a sus gentes por las calles empedradas sobre las que en el pasado anduvo la algarabía de las fiestas. No es, para quien lo piense, un turismo de friquis. Los pueblos abandonados están desplegando un potencial turístico y cultural que no se debe menospreciarse. El Vado, La Iruela, Matallana, Querencia, Fraguas, Romerosa o Valdeancheta, entre otros, podrían tener bajo este prisma un nuevo horizonte de futuro. No sería nada imprensable si tenemos presente el ejemplo de Umbralejo, pionero en la rehabilitación de pueblos abandonados en España. En ese caso se trataba de crear un espacio para la práctica de programas educativos y medioambientales. Otros podían apostar por hacer viable y rentable la recuperación, gracias al turismo o a la puesta en marcha de proyectos de aire libre y el ocio, algo que no resulta descabellado si tenemos en cuenta el territorio privilegiado que ocupan muchos de ellos.