Pueblos y castillos
En pueblos pequeños de Guadalajara y Cuenca la pasada Semana Santa ya no hubo procesión por falta de gente para sacar las imágenes. El siguiente paso será el abandono y quizás el cartel de Se vende. Más de 2.500 aldeas españolas sin vida cuelgan este reclamo en un portal inmobiliario para buscar nuevos propietarios que revivan sus calles y casas. Algunas ya han recibido equipaje de nuevos inquilinos con ganas de emprender una nueva vida, alejada del estrés y fatiga de las grandes ciudades. A modo de ejemplo, por solo 70.000 euros uno puede ser propietario de cuatro casas de piedra del siglo XVIII, que conforman una aldea ubicada en pleno paraje natural de la Rivera Sacra (Lugo). Incluso hay ofertas en Galicia y las dos Castillas con 30 edificaciones, incluida la iglesia en ruinas, y la escuela. Aunque hace años que por allí no pasa un maestro y luego fue bar. Pero ¿quién compra una aldea o pueblo abandonados? Parece que a las tradicionales inversiones de suizos e ingleses, se suman ahora rusos y chinos, hartos del lujo marbellí o el ambiente ibicenco, atraídos por las antiguas casas de piedra cubiertas de musgo y yedra. Y paisanos que están realizando un viaje a la inversa, lejos de las mastodónticas urbes con posibilidad de trabajar con buena conexión a internet. Pero vender o comprar un pueblo no es tan fácil. Primero hay que demostrar que se es el legítimo propietario, y aún así, no se acaba de papeles. Y posibles pleitos o marchas atrás. En los años 80 el castillo de Molina de Aragón se puso en venta, y la Casa del Doncel de Sigüenza fue adquirida por un empresario extranjero. El trato fue revocado cuando cayeron en la aberración que supone la venta de un patrimonio de valor incalculable. Hace menos, un potentado valenciano compró un pueblo en Teruel y lo cercó, con iglesia y cementerio incluidos. Llegó el 1 de noviembre y los antiguos vecinos se toparon con la valla en las narices al ir a visitar a sus difuntos. Se le olvidó, como le recordó la Guardia Civil tras reabrir el paso, que las calles son de todos, incluso de los forasteros. Y ni se venden ni se compran...