Que se sepa

07/06/2014 - 23:00 Javier del Castillo

El Rey lideró la transición y jugó un papel importante en la recuperación de la democracia. Muchos de los que ahora gritan “¡Borbones, a las elecciones!”, así como los promotores del eslogan “España, mañana será republicana” (tan viejo y antiguo como el propio Cayo Lara) deberían de saberlo. Los españoles tuvimos entonces el privilegio de votar libremente, después de 40 años de dictadura. El Rey apostó por una España moderna, capaz de afrontar nuevos retos. En lugar de una rémora, fue el primero en animar a gobiernos de distinto signo político – primero de UCD y luego del PSOE – para salir del aislamiento y acceder por méritos propios a la Comunidad Económica Europea. El Rey defendió la Constitución de 1978 y dio la cara el 23-F, para que la democracia no volviera a ser un nuevo intento fallido de convivencia y concordia entre los españoles, como tantas veces ha ocurrido en nuestra historia.
El Rey ha dado a España una estabilidad institucional durante sus 39 años de reinado y ha colaborado, y de qué manera, en la mejor percepción de nuestro país en los foros internacionales. El Rey, con la ayuda inestimable de Doña Sofía, ha sido el mejor embajador de España y también la ayuda y el consuelo para quienes sufrieron en sus carnes el terrorismo de ETA o las consecuencias de los brutales atentados del 11-M. Se ha alegrado siempre de los éxitos políticos, sociales o deportivos de nuestro país, sin dejar de estar presente en los momentos duros y difíciles. El Rey ha acertado al ceder el testigo a su hijo, porque está suficientemente preparado y porque una renovación a tiempo vale más que ciento volando. Aunque a más de uno le pese, deja la institución en buenas manos. ¿El Rey también se ha equivocado? Pues claro, sobre todo en los últimos dos años. Nunca debería de haber viajado a Botsuana, unos días después de proclamar que se sentía tremendamente preocupado por el paro juvenil en España. Ni debería de haber consentido los desmanes de su yerno Iñaki Urdangarin, por mucho que se los ocultaran. El Rey ha cometido errores, pero no empañan una trayectoria verdaderamente admirable. No quiero imaginarme dónde estaríamos, si en lugar de Don Juan Carlos, nos hubiera caído en suerte un presidente de la República del perfil de Cayo Lara..