Sacar auténtico provecho del nuevo año

14/01/2012 - 00:00 Teresa Antequera Cerverón


  Un nuevo año ha comenzado y muchos piensan: “ojala sea mejor que el pasado”. Ciertamente ninguno ha estado libre de altibajos y oscilaciones, unas veces hacia arriba y luego de nuevo hacia abajo. No siempre durante el año que ha terminado sucedieron las cosas como nos habíamos imaginado, incluso en ocasiones nos sentimos solos y desesperados.


 Es posible que hayamos sentido que de verdad no fue un buen año. La mayoría de las personas pensamos que el año nuevo nos puede volver a traer cosas imprevistas o tal vez no deseadas, y nos preguntaremos: ¿por qué me ocurre todo precisamente a mi?, ¿Por qué siempre yo? Para dar respuesta a éstas preguntas nos ayuda un párrafo del libro «Pensamientos para un buen año nuevo», donde leemos: «La persona que a comienzos del nuevo año haya recapacitado y comprendido que según La Ley de Siembra y Cosecha, todo lo que a cada uno le pasa es justo, irá confiando más y más en Dios, porque la justicia está en la corriente del amor.

   Ella no ataca, sino que equilibra. Quien reconozca la ley del equilibrio, que conduce a la libertad, sabrá también que es necesaria para que los hombres y las almas vuelvan a encontrar el camino a la Ley Universal, la eterna ley del amor, Dios. La ley del equilibrio, también denominada Ley de Causa y efecto, es una legitimidad irremediable para cada persona que haya creado causas contra su prójimo, contra la naturaleza o contra Dios; se trata de una ley que en ocasiones no es fácil de aceptar.


  Muchos solemos preguntarnos: ¿Entonces tengo que soportar necesariamente los efectos de mis malos comportamientos? ¿Es imposible salir de este mecanismo que parece una prisión, o hay posibilidad de eludirlo? No hay nada que no tenga solución. Dios es amor. Ciertamente estamos atados a la ley de Causa y Efecto, pero cada día tenemos la ayuda para reconocer a tiempo las causas que hemos creado, antes de que éstas lleguen a sus efectos.


  Para ello hay que buscar y sacar la raíz de nuestras causas poniéndolas en orden, entonces tampoco nos llegarán los efectos. A quien saca la raíz de la tierra, en nuestro caso del alma, se libera del efecto. Si hemos actuado mal contra nuestro prójimo, deberíamos arrepentirnos de ello y pedir perdón. Si otra persona nos ha ofendido, si alguien nos ha herido, deberíamos perdonarle de verdad. Y si ya no tenemos más resquemores, ya estará sacada la raíz del alma. Cada día tiene su lenguaje en las muchas situaciones y pensamientos, es por tanto nuestro día, y cada día experimentamos cosas que pueden causar en nosotros una vivencia esclarecedora.


  Si cuestionamos con sinceridad lo que pensamos, lo que vemos, lo que nos altera, o lo que nos ocupa de nuestro pasado, si nos cuestionamos en cada caso y si con la ayuda de la fuerza de Dios extraemos la raíz de nuestro comportamiento erróneo, entonces no sólo no volvemos a recaer en lo mismo, sino que nos volvemos más felices y plenos. Por lo tanto todo lo desagradable que salió a nuestro encuentro el año pasado, nos quería decir algo; podría decirse que todo fue y es un espejo de nosotros mismos.


  ¿Somos capaces de aceptar este reto? ¿Queremos tomar en cuenta esas indicaciones, sí, percibir las imágenes en ese espejo y tomar el tiempo para aprovechar esta oportunidad en un nuevo año que tenemos por delante? Si es que sí, podremos sacar provecho del año y de cada nuevo día, porque cada día contiene la fuerza para cambiar y la ayuda de Dios.