Sin orden ni concierto
01/10/2010 - 09:45
Por:
Carta al director
RAFAEL ESTEBAN SANTAMARÍAS / Secretario de Política Municipal del PSOE de Guadalajara
Un amago de asonada se adivina en las huestes del Partido Popular de Guadalajara. Ni los modos ni maneras que evidencian de un tiempo a esta parte se ajustan a la ortodoxia más elemental. No se qué les parecerá a ustedes, pero para mí que semejante desbarajuste no presagia nada bueno. Cuando la infantería se empeña en hacer la guerra por su cuenta, el desorden prevalece sobre la disciplina y la caballería galopa desbocada, no resulta nada edificante asistir desde la barrera a este guirigay. Sobre la atalaya, el mariscal de campo otea el horizonte sin inmutarse y, parco en palabras como suele cuando le invade la zozobra, se resguarda entre sus corajudos coroneles para templar gaitas ante la turbación que provocan tropas tan mal aleccionadas.
Primero fue aquella foto indiscreta de Jaime Carnicero y Mariano del Castillo en el congreso a la búlgara que celebraron los cachorros del PP para elegir a la nueva Dirección. Ambos dirigentes, ya entraditos en años, participaban brazo en alto en una de las votaciones del plenario. Broma o disparate, qué más da. La bochornosa instantánea corrió como la pólvora y provocó encendidas opiniones en foros y blogs. Después, hubo que salir al paso para desmentir el pucherazo en la elección de la nueva presidenta. Pero ya era demasiado tarde. El desaguisado se había consumado.
A renglón seguido sobrevino el esperpento de la contradicción. Con la retirada de la Medalla de Oro al Generalísimo como telón de fondo, el Partido Popular echó mano de las tragaderas para disimular tan espantoso ridículo. Si tiene barba, San Antón. Y si no, la Purísima Concepción. Que hay que pasar de puntillas sobre el asunto por aquello de no irritar a más de uno, pues me refugio en la abstención, que al fin y a la postre rima con Diputación. Pero si hay que cuidar las formas y ser escrupulosos con la norma, mejor aferrarse a su cumplimiento. Y para eso tengo el Ayuntamiento.
Y como no les pareció suficiente, volvieron a las andadas. Sucedió en plenas ferias de la capital y con las charangas armando ya el cotarro. A la bancada popular no le dolieron prendas para negar el apoyo al convenio de colaboración con el Obispado de Sigüenza para restaurar una veintena de templos de la provincia. ¡A Dios rogando y con el mazo dando! La excusa, una simple bagatela. Ni siquiera respetaron el acuerdo previo que habían alcanzado los portavoces. Era tal el galimatías que fueron necesarias dos votaciones. En la primera, uno de los diputados refrendó el acuerdo por equívoco. Los fríos molineses pasaron factura a Jesús Herranz. A la segunda, el acabose. Once optaron por abstenerse y uno, harto de la pantomima, se tiró al monte y dijo basta. Antes conciencia que doctrina, displicencia que complacencia. No me extraña, estimado José Ángel.
El ejemplo ha cundido también en la provincia. En Muduex, tres concejales del PP toman las de Villadiego en amor y compañía sin importarles un rábano el vacío de poder en el que han dejado al pueblo. Ahora, será la Junta Electoral Central la que tenga que deshacer el entuerto. En Tendilla, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha obliga al alcalde del Partido Popular a clausurar la empresa de su propiedad porque no dispone de la licencia de actividad que se requiere para mantener abierto el negocio. Es indecente que sea el propio edil el que infringe de forma grosera las normas, que son de obligado cumplimiento para cualquier vecino, sea tirio o troyano. En Galápagos, tres concejales populares se abstienen y otro vota a favor de una moción que condenaba los hechos ocurridos este verano en un encierro taurino por el campo. Claro que intentaron suspender antes el Pleno por incomparecencia y que los periodistas desalojaran el salón. Ni luz ni taquígrafos. Vamos, surrealismo en estado puro.
¿Y qué dice Antonio Román de todo esto? Pues calla y otorga. Por sus hechos los conoceréis, que rezan las Sagradas Escrituras. En muchas de las instituciones y órganos en los que el PP de Guadalajara ostenta representación, ese barullo de fondo aflora a la superficie. Cuando están en juego principios y doctrinas, las decisiones se adoptan sin orden ni concierto. Es la sinfonía del caos. No existen planteamientos comunes ni estrategias coherentes. Ante un mismo asunto, opiniones dispares según convenga. El alcalde capitalino y presidente provincial del Partido Popular se ampara en el respeto a la autonomía de sus subordinados para encubrir la escasa capacidad de liderazgo que atesora. Ni autoridad ni mando. ¡Viva la Pepa! Claro, después los coroneles se soliviantan y hay que parar los pies a los Carniceros, Robiscos, Somoanos y De las Heras de turno que, como mortales que son, están ávidos de victorias. ¿Cuál será el próximo episodio? Se admiten apuestas.
A renglón seguido sobrevino el esperpento de la contradicción. Con la retirada de la Medalla de Oro al Generalísimo como telón de fondo, el Partido Popular echó mano de las tragaderas para disimular tan espantoso ridículo. Si tiene barba, San Antón. Y si no, la Purísima Concepción. Que hay que pasar de puntillas sobre el asunto por aquello de no irritar a más de uno, pues me refugio en la abstención, que al fin y a la postre rima con Diputación. Pero si hay que cuidar las formas y ser escrupulosos con la norma, mejor aferrarse a su cumplimiento. Y para eso tengo el Ayuntamiento.
Y como no les pareció suficiente, volvieron a las andadas. Sucedió en plenas ferias de la capital y con las charangas armando ya el cotarro. A la bancada popular no le dolieron prendas para negar el apoyo al convenio de colaboración con el Obispado de Sigüenza para restaurar una veintena de templos de la provincia. ¡A Dios rogando y con el mazo dando! La excusa, una simple bagatela. Ni siquiera respetaron el acuerdo previo que habían alcanzado los portavoces. Era tal el galimatías que fueron necesarias dos votaciones. En la primera, uno de los diputados refrendó el acuerdo por equívoco. Los fríos molineses pasaron factura a Jesús Herranz. A la segunda, el acabose. Once optaron por abstenerse y uno, harto de la pantomima, se tiró al monte y dijo basta. Antes conciencia que doctrina, displicencia que complacencia. No me extraña, estimado José Ángel.
El ejemplo ha cundido también en la provincia. En Muduex, tres concejales del PP toman las de Villadiego en amor y compañía sin importarles un rábano el vacío de poder en el que han dejado al pueblo. Ahora, será la Junta Electoral Central la que tenga que deshacer el entuerto. En Tendilla, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha obliga al alcalde del Partido Popular a clausurar la empresa de su propiedad porque no dispone de la licencia de actividad que se requiere para mantener abierto el negocio. Es indecente que sea el propio edil el que infringe de forma grosera las normas, que son de obligado cumplimiento para cualquier vecino, sea tirio o troyano. En Galápagos, tres concejales populares se abstienen y otro vota a favor de una moción que condenaba los hechos ocurridos este verano en un encierro taurino por el campo. Claro que intentaron suspender antes el Pleno por incomparecencia y que los periodistas desalojaran el salón. Ni luz ni taquígrafos. Vamos, surrealismo en estado puro.
¿Y qué dice Antonio Román de todo esto? Pues calla y otorga. Por sus hechos los conoceréis, que rezan las Sagradas Escrituras. En muchas de las instituciones y órganos en los que el PP de Guadalajara ostenta representación, ese barullo de fondo aflora a la superficie. Cuando están en juego principios y doctrinas, las decisiones se adoptan sin orden ni concierto. Es la sinfonía del caos. No existen planteamientos comunes ni estrategias coherentes. Ante un mismo asunto, opiniones dispares según convenga. El alcalde capitalino y presidente provincial del Partido Popular se ampara en el respeto a la autonomía de sus subordinados para encubrir la escasa capacidad de liderazgo que atesora. Ni autoridad ni mando. ¡Viva la Pepa! Claro, después los coroneles se soliviantan y hay que parar los pies a los Carniceros, Robiscos, Somoanos y De las Heras de turno que, como mortales que son, están ávidos de victorias. ¿Cuál será el próximo episodio? Se admiten apuestas.