Sindicatos chaperos
01/10/2010 - 09:45
SANTIAGO LÓPEZ CASTILLO
El espectáculo que están dando los sindicatos en la crisis económica que padecemos nos ha de llevar, necesariamente, a la reflexión. Mientras asociaciones laborales se manifiestan por Europa -Francia, sin ir más lejos-, los principales representantes de los trabajadores españoles muestran una actitud de viles chaperos entregados al Gobierno.
No se trata de volver a la lucha de clases, que parecía algo exclusivo de anarquistas y marxistas, al que se sumaba la burguesía con todos los procedimientos -desde la religión hasta las armas-, según conclusión del Tercer Programa del Partido Comunista de la URSS en 1961. Menos aún aplicando métodos violentos como la revolución para que se produjera el derrumbamiento total e instantáneo del orden social existente. Pero sí la protesta, la manifestación o la huelga, que le montaron a Aznar por el decretazo y anteriormente a Felipe González cuando la UGT era la Unión General de Trabajadores, con Nicolás Redondo a la cabeza, y cuando CC.OO. eran Comisiones Obreras con Marcelino Camacho al frente.
Hoy, con cuatro millones de parados, de ellos un millón carente de subsidio, los sindicatos ni se inmutan. No sufren la crisis porque viven de la mamandurria de los Presupuestos del Estado y la mayoría de sus militantes goza del estatus-jeta de liberados. El colmo de los colmos ya no es comprobar cómo se muestran sumisos a las medidas del Gobierno, generalmente ineficaces, sino abroncando al gobernador del Banco de España porque pone en estado de alerta la percepción de las pensiones para los próximos años. Oír a Cándido Méndez, ese ser que parece haber salido de las cavernas o de los celuloides de Buster Keaton, criticar a Miguel Ángel Fernández Ordóñez llamándolo egocéntrico y extremista político, produce vergüenza ajena. O a Corbacho, ministro de sin Trabajo, amenazando a Mafo -socialista de toda la vida- con que sea la última vez que se exprese así porque crea alarma social. ¿No será la pura realidad, que siempre duele? Y es que un Gabinete de indigentes culturales en su mayoría permite que cualquier ministrillo arremeta contra un acreditado economista como es Mafo.
Es obligación del Banco central exponer la cruda realidad económica del país. Y si así lo hace, ha de aportar argumentos fundamentados a través del mejor equipo de estudios de España, como así ha sucedido. Si se le podría achacar, en cambio, a Fernández Ordóñez que sus previsiones negativas no las hubiera expuesto con anterioridad a sabiendas de que hubo de someterse a las consignas electorales del PSOE.
Pero volviendo a los agentes sociales -cada vez más agentes de Bolsa y menos sociales, incluida la patronal-. Su servilismo progubernamental se acabaría si los sindicatos se subvencionaran con las cuotas de sus militantes y no del aporte de los contribuyentes. Justifican esta postura de sometimiento al poder aquellos que dicen que no hay que echar más leña al fuego (movilizaciones). Pero sí se admiten huelgas y manifestaciones que parten de la situación general para confluir en la Comunidad de Madrid, o sea, Esperanza Aguirre, objetivo a batir. De ello se deduce la evidente instrumentalización política que este Gobierno hace de los sindicatos, cuando no de la justicia, de las fuerzas de seguridad del Estado y hasta del mismo deporte.
Así se sostiene y divulga el diálogo social. Mientras una parte de la ciudadanía pasa penurias y los comedores de la Iglesia se llenan de pobres de espíritu y de solemnidad. Y no será la jerarquía eclesiástica la que -desde León XIII a Pablo VI- haya negado la lucha de clases, pero siempre en función de la libertad del hombre y contra la injusticia, repudiando, desde luego, ciertos métodos de la teoría marxista. Démonos fraternalmente la paz, que se dice en el santo oficio, pero a partes iguales. Y líbrenos Dios de los chupóteros y chaperos que pueblan España.
PD.- Causa rubor escuchar el mesiánico ZP, cinco años mintiendo, diciendo que no nos preocupemos; que la Seguridad Social está como nunca, fundador.
Hoy, con cuatro millones de parados, de ellos un millón carente de subsidio, los sindicatos ni se inmutan. No sufren la crisis porque viven de la mamandurria de los Presupuestos del Estado y la mayoría de sus militantes goza del estatus-jeta de liberados. El colmo de los colmos ya no es comprobar cómo se muestran sumisos a las medidas del Gobierno, generalmente ineficaces, sino abroncando al gobernador del Banco de España porque pone en estado de alerta la percepción de las pensiones para los próximos años. Oír a Cándido Méndez, ese ser que parece haber salido de las cavernas o de los celuloides de Buster Keaton, criticar a Miguel Ángel Fernández Ordóñez llamándolo egocéntrico y extremista político, produce vergüenza ajena. O a Corbacho, ministro de sin Trabajo, amenazando a Mafo -socialista de toda la vida- con que sea la última vez que se exprese así porque crea alarma social. ¿No será la pura realidad, que siempre duele? Y es que un Gabinete de indigentes culturales en su mayoría permite que cualquier ministrillo arremeta contra un acreditado economista como es Mafo.
Es obligación del Banco central exponer la cruda realidad económica del país. Y si así lo hace, ha de aportar argumentos fundamentados a través del mejor equipo de estudios de España, como así ha sucedido. Si se le podría achacar, en cambio, a Fernández Ordóñez que sus previsiones negativas no las hubiera expuesto con anterioridad a sabiendas de que hubo de someterse a las consignas electorales del PSOE.
Pero volviendo a los agentes sociales -cada vez más agentes de Bolsa y menos sociales, incluida la patronal-. Su servilismo progubernamental se acabaría si los sindicatos se subvencionaran con las cuotas de sus militantes y no del aporte de los contribuyentes. Justifican esta postura de sometimiento al poder aquellos que dicen que no hay que echar más leña al fuego (movilizaciones). Pero sí se admiten huelgas y manifestaciones que parten de la situación general para confluir en la Comunidad de Madrid, o sea, Esperanza Aguirre, objetivo a batir. De ello se deduce la evidente instrumentalización política que este Gobierno hace de los sindicatos, cuando no de la justicia, de las fuerzas de seguridad del Estado y hasta del mismo deporte.
Así se sostiene y divulga el diálogo social. Mientras una parte de la ciudadanía pasa penurias y los comedores de la Iglesia se llenan de pobres de espíritu y de solemnidad. Y no será la jerarquía eclesiástica la que -desde León XIII a Pablo VI- haya negado la lucha de clases, pero siempre en función de la libertad del hombre y contra la injusticia, repudiando, desde luego, ciertos métodos de la teoría marxista. Démonos fraternalmente la paz, que se dice en el santo oficio, pero a partes iguales. Y líbrenos Dios de los chupóteros y chaperos que pueblan España.
PD.- Causa rubor escuchar el mesiánico ZP, cinco años mintiendo, diciendo que no nos preocupemos; que la Seguridad Social está como nunca, fundador.