Sobre los nidos de vencejos y golondrinas

21/06/2012 - 16:56 Redacción

A veces dudo de que los españoles seamos tan amantes de los animales como presumimos o bastante menos. Me inclino por lo primero… si de bellas bestias o aves protegidas se trata, pero muchos menos si de animales domésticos, pájaros vulgares o insecto se refiere.
A un paso del verano, aquí, en el Centro de Atención al Minusválido Físico (CAMF), la primavera pasada disfrutábamos con la compañía de decenas de docenas de simpáticos gorriones, seis y ocho parejas de estorninos que nos sorprendían con sus miméticos trinos, un buen número de acrobáticos aviones (vencejos), golondrinas y otro buen número de especies que iban de paso. Quizá sea pronto para ver a estos últimos, pero a los que no volveremos a ver son a esos numerosos y bravos pícaros que tanto nos distraían: porque alguien o algo se ha encargado de exterminarlos, en nuestro jardín y en las proximidades del bario. Hablar de otra cosa que no sea la crisis, parece una extravagancia, como decía un representante de Euskadi hace unos días y pidió perdón por su osadía. Yo también pido perdón, pero, por supuesto, reafirma que no solo de pan vive el hombre.
El caso es, que cada vez éramos más los residentes que a diario les llevábamos trozo de pan y algunos granos a estos granujillas para ayudarles a pasar el crudo invierno y a criar sus polluelos en verano. Y no pueden figurarse cómo nos reconocían por el ruido de nuestras sillas eléctricas ni de qué manera nos acompañaban volando de árbol en árbol hasta el lugar donde les echábamos su comida.
Solo quiero recordar a los lectores, amantes de los seres vivos evolucionados y de los aparentemente más elementales, que ningún genoma desvelado, ninguna manipulación de embriones y células madres, ninguna ingeniería genética… será capaz nunca de devolvernos la belleza melancólica de una abeja o el proceso evolutivo de un simple gusano hasta convertirse en mariposa dentro de una caja de cartón y ante los maravillados ojos de un niño.
Se están arrancando los nidos de vencejos y golondrinas de los aleros de muchos edificios para que no críen llegada la primavera… o cuando están incubando. Y los vecinos justifican su acción porque les ensucian aceras y portales.