Sustituir el hormigón

El objetivo fundamental es crear nuevos espacios verdes en una ciudad en la que el Parque de la Concordia y el Paseo de San Roque se convierten en la envidia de muchas capitales castellanas. Estas dos zonas verdes junto a parques como el del Barranco del Alamín, La Amistad, el Coquín, Salvador Dalí o El Chorrón compensan, desde el punto de vista urbanístico, las pérdidas irreparables que ha sufrido el patrimonio monumental de la ciudad. Conscientes de ello se están embelleciendo las numerosas plazas y jardines que salpican el plano de la ciudad. Como se ha demostrado en otros ejemplos de tropelías ambientales cometidas hace décadas, éstas no suelen ser irreversibles. El hormigón no es el material más atractivo para la regeneración de la vida, y en ese sentido se está empezando a actuar creando espacios más habitables para los ciudadanos. El desarrollo y la protección del medio ambiente son interdependientes e inseparables. Si el desarrollo de la humanidad se hiciese de forma equilibrada, las personas viviríamos en armonía con la naturaleza. Hay que contribuir, pues, a la transformación del entorno habitado, de manera que se asegure calidad de vida. Y para ello nada mejor que una estructuración de la ciudad cohesionada, con espacios de vida distribuidos de forma que produzcan armonía y seguridad, tejido comercial, plazas y zonas verdes, servicios comunitarios y equipamientos. En esa línea, la sustitución del hormigón por especies naturales supone algo más que un cambio de aspecto de alguno parques, es el inicio de actuaciones tendentes a naturalizar lo realizado y a garantizar un cambio radical de modelo.