¿Tenemos las personas realmente un aura?

18/02/2012 - 00:00 Teresa Antequera Cerveron


 Tras la muerte, el cuerpo astral sale de la envoltura mortuoria «el ser humano». El cuerpo astral es un cuerpo invisible que sobrevive a la muerte del ser humano y es calificado también de alma. El fluido energético que en su día había rodeado al ser humano y que ahora es la irradiación del alma, también es denominado aura o corona. El aura de un ser humano se compone de energías de diversas tonalidades de color, que giran, en elipses de irradiación, tanto alrededor del ser humano como –después de los días terrenales del individuo- alrededor de su alma desencarnada. Las diversas tonalidades de color del aura en las almas desencarnadas se componen de fuerzas energéticas.


  Éstas son el contenido de los sentimientos, sensaciones, pensamientos, palabras y obras del ser humano de antaño, que al instante se reflejaban en su envoltura de irradiación y ahora forman la corona del alma. El aura cambia cada instante, y esto sucede a diario. Dicho con otras palabras: el aura, la corona del ser humano, está sometida constantemente a cambios, ello se debe a los incesantes sentimientos, sensaciones, pensamientos, palabras y actos de la persona. Lo que por consiguiente el ser humano introduce en sus sentimientos, sensaciones, pensamientos, palabras y actos es lo que le marca a él y a su alma. El reflejo global de ello es el aura.


  Tras el fallecimiento del ser humano el alma se retira del cuerpo. Ella está marcada por todo lo que el ser humano ahora fallecido ha introducido de negativo en su interior, porque las introducciones, las formas de comportamiento del que fue un ser humano, están también registradas en el alma. Estos rasgos específicos forman entonces la impronta del alma y su aura, su fluido.


  El ser humano puede diariamente y a cada instante actualizar y posicionar su comportamiento, dándose por tanto un nuevo rumbo, decidiéndose por seguir un estilo de vida positivo o negativo. Lo positivo que el ser humano pone en práctica en su forma de pensar y de vivir, le hace más pacífico e interiorizado, y a su alma más luminosa. Pero también lo negativo marca al ser humano, sólo que nublando su consciencia y oscureciendo su alma. Lo luminoso y lo oscuro son el resultado de las formas de comportamiento del ser humano, las pautas que se reflejan en las tonalidades de color del aura.