Tiempo de caza
Tal vez sea la más antigua actividad desarrollada por el hombre desde el inicio de los tiempos por puro instinto de supervivencia. Los primeros dibujos plasmados en cuevas dejan ya la imagen de la caza como medio de vida. Han pasado miles de años y hoy la práctica responde principalmente a un ejercicio de ocio saludable que conlleva el disfrute de la naturaleza y de la convivencia con el medio animal, aunque también es una actividad económica con lo que ello supone. No vamos a valorar el contenido de la nueva ley que acaba de entrar en vigor ni a especular sobre las previsibles modificaciones que se incluyan en ella por el nuevo Gobierno regional. Tampoco a hacer disquisiciones éticas sobre el ejercicio de un acto de dominación del hombre sobre los animales, lo que queremos hoy, con motivo de la publicación de unas páginas especiales, es destacar la importancia de la caza para el desarrollo rural en lugares como la provincia de Guadalajara, rica en fauna y deficitaria en alternativas a su despoblación durante gran parte del año. Finalizado el verano, si bien los más mayores se resisten hasta la fiesta de Todos los Santos, las más pequeñas localidades ven como las puertas se cierran y las calles quedan condenadas al triste silencio. Cierta vida vuelve a nuestros montes con ocasión de la recogida de hongos y setas, bien para el consumo particular o para la venta. Por la zona de Molina me contaban de un matrimonio que había obtenido más de seis mil euros vendiendo este manjar el pasado otoño. Las jornadas micológicas, los buenos guisos, las caminatas por los campos en busca del rico alimento, que encuentran más los que mejor conocen las distintas zonas, es uno de los encantos de esta época del año. La caza, por su parte es más que el simple ocio de muchos y negocio de unos cuantos. Contribuye a la economía rural de manera determinante y como tal debe ser defendida y valorada, por supuesto desde el cumplimiento de la normativa y el respeto a las especies protegidas. Los pueblos tienen vida estos días gracias a los cazadores y a los seteros. Personalmente reconozco no sentir la más mínima atracción por estas aficiones, pero veo disfrutar de ellas a personas de mi entorno por lo que entiendo que algo de interesante tendrán, más allá del deleite gastronómico que posibilitan.