Tiempo y libertad

04/08/2012 - 00:00 Jesús Fernández


Muchos conceptos que utilizamos hoy para analizar la realidad social proceden de una etapa concreta de la cultura europea marcada por la industrialización creciente producida en el siglo XX. Hablamos de tiempo libre como el espacio de vida privada de la persona que sigue al tiempo dedicado a la producción o al empleo. Como si la ocupación laboral fuese una esclavitud, la otra dimensión de la vida humana o familiar se caracteriza por la libertad. Tiempo de fábrica u oficina frente a tiempo personal o de hogar. Tiempo liberado que, a su vez, deriva del trabajo que proporciona medios económicos par ser libre en el resto del tiempo. Cada época tiene su noción de tiempo libre; el neolítico, el mundo antiguo y medieval, la civilización industrial.

  ¿Cual es el sentido moderno del tiempo libre? Actualmente, la ecuación se ha invertido y el tiempo dedicado a la libertad es mayor cuantitativamente que el dedicado a la actividad de la jornada laboral. También cualitativamente. Se ejerce más responsabilidad individual y colectiva en el tiempo libre que en el ocupacional. En consecuencia, es necesario preguntarse no sólo cómo utiliza cada persona su tiempo libre sino cómo lo organiza la sociedad. Hay, por tanto, también una exigencia de responsabilidad social. Hay que establecer una nueva relación entre tiempo y libertad. Se ha perdido el rígido concepto de laboriosidad y nos acercamos peligrosamente a la imagen del recreo general o parque social.

  Desde el punto de vista antropológico, la aspiración a la libertad es más fuerte en el hombre que el esfuerzo y empeño por la actividad. Con un juego de palabras, trabajar cuesta trabajo y se trabaja mucho para no trabajar. Y aunque sea cierto que no hay tiempo vacío en la vida y que también se trabaja en horarios libres, se levantan voces denunciado un relajamiento de la responsabilidad que cada uno tenemos para contribuir al bienestar de la comunidad con el servicio y el trabajo profesional. El aumento del voluntariado es un reflejo de esta creciente conciencia comunitaria. Se necesita un cambio de mentalidad y, para “ganarse” la confianza entre las naciones, es necesario emplear mucho tiempo libre. Hay remuneraciones invisibles y valores sociales que no aparecen en la nómina. Quizá haya que ir a otra distinción entre tiempo privado y tiempo público. Se trabaja para los demás que es trabajar para mi mismo. Tiempo de sacrificio y sacrificio del tiempo.

  Ese tiempo nuevo al que aludíamos, nos ha puesto delante de una realidad muy cruda, muy difícil. No hay ocupación para todos y muchos ciudadanos tienen un tiempo libre obligado pues están en el paro y no por voluntad propia. La vida se ha convertido en miedo y angustia para ellos. El grito que hoy se oye es el de más trabajo y menos libertad. En la línea de estos conceptos convencionales, hay más ciudadanos dispuestos a cambiar su libertad por un puesto de trabajo como aportación. Se acabó el recreo y la sensación de vacaciones colectivas aunque se insista en la libertad fructífera. Actividad y libertad son las dos dimensiones de la sociedad actual y, me temo, que de la futura humanidad en proyecto. Ocio y negocio que decían los antiguos. No hay más alternativas al trabajo. Hay que reforzar la idea en la sociedad de que se vive del trabajo y no de otras “ocupaciones” más liberales que permiten y hasta aportan más tiempo libre. Por otra parte, se tiende a medir el rendimiento del trabajo en términos de libertad concreta lo que no es exacto pues hemos reducido así el concepto de libertad exclusivamente a una dimensión unilateral como es la libertad frente al trabajo.